jueves, 12 de noviembre de 2015

MANOLETE..... su tauromaquia ( Capítulo XV y último )



Todos sus músculos se endurecieron y, de muy adentro, del alma misma, le brotó una misteriosa fuerza.
Dejó que el toro se refrescara unos instantes, mientras se echaba la muleta a la diestra para ejecutar una tanda en redondo. Hasta Manolete llegaba la respiración fatigosa del toro. Con la muleta tersa, citó y dió el primer pase perfilero.
Bastó un redodndo para que los mismos que habían protestado se pusieran a dar aplausos en cada uno de los pases que siguieron.
Manolete tanteó a " Islero " y, sin más análisis, quieto, erguido, toreó por ceñidos pases en redondo que entusiasmaron, decía Antonio Bellón.
Allí se le acabó el toro. Huidizo hacia los chiqueros, Manolete renunció a torear al natural y se lució con las manoletinas.
La corrida entraba en una fase de interés. Allí ante la mirada sosprendida y crítica de los aficionados que llenaban la plaza, Manolete, disputaba a su marrajo miureño la efímera gloria de un triunfo que quería arrebatarle Luis Miguel.
Ahora ya no dejó reposar a " Islero ". Le fue a buscar a su terreno y de nuevo se lo volvió a fajar en unos muletazos lentos y con el engaño abajo. La res iba prendida en la flámula, babeante, bramando su impotencia. Manolete sentía el agobio del calor por fuera y la fialdad del sudor bajo su camisa de seda. Todo él era un cúmulo de sensaciones. Su boca estaba seca y en ella había amargos residuos de arena.
Sombreros y prendas volvieron a caer al ruedo y Manolete había perdido el contacto con la realidad.
Cano, el fotógrafo, corría por el callejón disparando su máquina sin cesar.
Frente al toro, Manolete dando unos pasos para provocarle cuando arremetió contra el engaño, el diestro le dió un molinete de rodillas. Cuatro manoletinas, cuatro ovaciones cerradas, y luego, una tocadura de pitón que enardece al público, para irse del toro majestuoso en su lentitud con la muleta plegada bajo el brazo.
Camará, impasible avanzó unos pasos en el callejón hasta la barrera. La suerte suprema iba a consumarse. Manolete tenía fama de buen estoqueador.
" Islero ", burlado por el diestro, escarba y recula en la media luna del sol y sombra en terrenos del tendido 1. Manolete esperó a que el toro juntase las manos, perfilándose en corto como solía despachar a todos sus toros. 
Arrancó a matar lento por derecho, con clásico arrastrar hacia el morro y hacia sí la muleta, para dejar clavado el estoque en las agujas en la ejecución del volapié.
En cuanto el toro se sintió herido y un calambre eléctrico sacudió su sistema nervioso, alargó el cuello en pura reacción miureña clavando su cuerno derecho en el muslo del matador.
En el embroque fatídico, Manolete se alzó un palmo del suelo. El asta rompió la carne en el vértice inferior del triángulo de Scarpa. Manolete sintió un fuego abrasador en la pierna cuando cayó retorciéndose, víctima de dos cornadas con un solo orificio de entrada ; una que llegaba hasta la cadera y la otra, hacia abajo, que atravesaba el músculo sartorio, para terminar casi perforando la piel en la cara posterior del muslo, con rotura de la vena safena.
El diestro, caído en la arena con las manos rojas de sangre en el muslo, sintió aflojarse todos sus músculos, y toda la fuerza que había desarrollado en la faena se escapó por el boquete de la herida, como un globo reventado.
Todos corrieron hacia él, que los miraba con ojos vidriosos.
Al pelele de oro y muerte, se lo llevaron gritando hacia dentro.
En 1947, doña Angustias Sánchez, madre de Manolete tenía sesenta y seis años. El 27 de agosto estaba descansando en San Sebastián y, como siempre que toreaba su hijo, estaba pendiente que le llamara por teléfono para anunciarle : " Tóo ha ido bien, madre ", pero aquella tarde quien llamó a San Sebastián fue Chimo, el mozo de estoques, diciendo que el diestro había sufrido un puntazo hondo en el muslo.
Doña Angustias se opuso siempre a la boda de Manolo con Lupe Sino. Le anunció que no asistiría a la ceremonia. El torero, ciertamente, estaba atravesando en 1947 una de las peores crisis anímicas.
Fatigado, rechazado por los públicos y espoleado por el clan de los Dominguines, había pensado retirarse en el mes de octubre, coincidiendo con la fecha de su boda.
A causa de su poca resistencia, no hacía nunca ejercicio, caso excepcional entre los toreros.
El mozo de espadas de Luis Miguel pidió al de Manolete una castañeta que habían olvidado.
Manolete dijo muy serio : " Bueno, ea, pues dásela para que así se ponga algo de torero ".
Fue el 29 de agosto de 1947, cuando Manolete expiró en la habitación número 18 de la sala de San Raimundo, en la planta baja, mientras la madrugada iba para arriba y la ciudad de Linares, en vela, estaba pendiente de las noticias que salian del hospital, donde se reunió gran número de personas a la espera de los acontecimientos. Los rostro alegres de unas horas antes se tornaron taciturnos, preocupados.
Tras la tez morena de los linarenses y los forasteros, palpitaba la inquietud. Había esperanza y temor. Parecía mentira que Manolete hubiera caído víctima de un miura en el ruedo de Linares. La preocupación sucedió al jolgorio ferial y aquellas gentes sencillas pasaron la noche a la puerta del hospital de los Marqueses de Lianres, donde la mayoría habían acudido alguna vez al quirófano o al paritorio a ver nacer a sus hijos.
Pero Manolete ya conocía el hospital. Dos años antes, atropelló a una niña en la calle Julio Burell y la llevó en su coche allí. Cuando lo vio tan limpio, le dijo a las monjas que valía la pena ponerse enfermo para que le cuidaran allí.
Y allí fue a morir, para darle fama a la ciudad minera. Los pueblos y las ciudades de España se hacen populares cuando muere un torero.
Doña Angustias, sus hermanas, los cuñados, Lupe Sino, Camará, Balañá, el público, los periódicos, el No-Do, el Ruedo, el pueblo, lloraron su muerte en un entristecido coro de lutos, flores y suspiros ; pero a Manolete no le mató " Islero ".



Entró a matar en la suerte contraria y el pitón derecho del toro se hundió en el muslo de Manolete.

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