viernes, 20 de noviembre de 2015

OTOÑO, LA DEHESA Y EL TORO BRAVO



El otoño de 2015 comenzó el 23 de septiembre y durará 89 días y 20 horas terminando el 22 de diciembre dando comienzo al invierno.
Esta es la época del año en que la longitud del día se acorta más rápidamente. El Sol sale por las mañanas cada día un poco más tarde y por la tarde se pone antes.
En la dehesa, el otoño, es muy bien recibido y hace acto de presencia invadiendo y adueñandose de la misma. Los cálidos rayos de sol otoñales y los intensos colores de una vegetación exuberante, transforman a estos parajes en un entorno bellisimo durante esta época del año.
Este sistema natural, único en el mundo, cuenta con unas condiciones climáticas muy caracteristicas que convierten a la dehesa en una de las zonas boscosas más extensas y mejor conservadas.
La Montanera hace acto de presencia y los animales que las pueblan comen su bocado favorito " la bellota ".
Las crías de bravo comienzan a nacer, las más prematuras, a principios de septiembre, nacimientos que suelen terminar a mediados de abril, los más tardíos, ya que en Extremadura los toros se echan a las vacas de diciembre a final de junio.
La razón principal de utilizar las fechas tradicionales, reside en procurar que en la época de cría esté el campo en condiciones de alimentar a la madre, para críar bien, con holgura suficiente y pastos abundantes, incluida la montanera, pues de ser buena la otoñada es una bendición asisitir a las dehesas, y sobre todo observar a los animales que la disfrutan. Las crías en sus comienzos exigen menos, no maman mucho, aunque a medida que van creciendo su ración de leche y hierba que mordisquean, ha de doblarse y triplicarse.
En Salamanca y en el Centro nacen unos meses más tarde. La razón principal ha de buscarse en evitar que los becerros nazcan en los meses de más frío, cubiertas las dehesas con una espesa sábana de nieve, pues las bajas temperaturas pueden ocasionar bajas a los recien nacidos. De todas formas, siempre hay un tanto por ciento de becerros que mueren al nacer ; influye la suerte que al nacer no tengan días de excesiva niebla, en Extremadura a veces en una semana no vemos el sol, vientos muy fuertes, noches muy frías.
La vaca al sentir que el parto en inminente, busca sitios resguardados y escondidos del hombre en la dehesa, suele parír echada en el suelo ; sin embargo, cuando el vaquero la sosprende, se levanta y lo tiene en pie. Cossío sostenía que, durante el día procuraban mirar mejor hacia el sol que donde reina la sombra, caso naturalmente de no tenerlo de noche.
Una vez fuera la cría, la madre, como en todas las especies de la raza bovina, se come la envoltura que lo cubre, " las pares " como en la terminología del campo se llama. Es interesante ver, que hasta que la vaca no limpia al becerro por completo y se come " las pares ", apenas si hace caso del becerro ; pero ¡ ojo !, una vez termina esa operación, la vaca brava defiende a su cría a viento y marea, contra cualquiera que se acerque a pie, a caballo, incluso con un tractor, porque ya sólo le interesa defender a su becerro. Los vaqueros lo saben y han de luchar con su impaciencia por saber si es macho o hembra, aparte de ser un deber consignarlo en el parte diario de nacimientos, en el que se especifica el número, nombre y crotal de la madre, número del crotal del becerro recien nacido, y si se trata de macho o hembra. En esta aspecto será curioso anotar cómo hay años, lunas que las vacas " machean " o " hembrean " en más o menos, y a decir verdad, no sabemos por qué.
En los años que estuvieron con las vacas sementales nuevos en mi ganadería, observé que al parír las vacas cubiertas por él " macheaban " mucho.
A muy poco tiempo de nacer, los becerros tratan de levantarse, andan con pasos desequilibrados y a veces se caen. La vaca madre, quizá pensando que no lo ha secado suficientemente, vuelva a hacerlo con su lengua, hasta que éste sale de su entumecimiento, dándole su calor, y el becerro tiene la energía de iniciar nuevos pasos. Cuando pasados unos minutos se decide a mamar los calostros, le entra el sueño calostral. Digno es de comentar cómo la madre se esfuerza en que se duerma en el sitio menos visible, para marcharse a comer la comida que diariamente se les suministra a todas las vacas presentes en un cercado, teniendo en cuenta que el sueño del becerro dura varias horas.
Al igual que la vaca intenta profundizar en su instinto de ocultar el becerro, el vaquero se esfuerza por encontrarlo, para crotalizarlo a la mayor brevedad posible.
Ese juego entre la vaca y la curiosidad de los vaqueros será interesante, porque la vaca, en cuanto ve acercarse al vaquero, tiende a separarse más del sitio donde lo tiene escondido, lo cual despistaría a uno cualquiera que apareciese por allí, pero no a un vaquero de bravo que sabe como encontrarlo en poco tiempo.
Las vacas jovenes se espantan poco porque no conocen todavia la inteligencia del hombre, las viejas, las experimentadas, aparecen siempre en el lado contrario donde lo tienen.
Otas veces el vaquero, para encontrar los becerros, simula ante la vaca el berrido del mismo. Las vacas jovenes responden siempre, porque creen que le paso algo a su cría, y rapidamente se dirige al escondite del hijo. Las viejas, por perfecto, que escuchen el berrido que simula el vaquero, no contestan jamás, se hacen las distraidas, porque conocen de sobra el truco. Son inmensas las argucias que puede haber aprendido una vaca vieja en más de diez partos.
Lo bueno de todo esto es que el becerro, mientras tanto, no chista ni se mueve. Debe ser algo así como un subconsciente ancestral de ataques de animales feroces ; la perdiz apeona por el lado contrario de donde guarda el nido, para engañar al cazador, mientras la pollada queda quieta y muda. Quizá por el mismo motivo la vaca brava, recién parida, no puede soportar la presencia del perro ; en el fondo no deja de ser la sombra del lobo.
Cuando el becerro duerme sonámbulo por los calostros, es un buen momento para hacerles la señal en la oreja que cada ganadero tiene designada.
Así empezamos a señarlos en Encina Hermosa, y tuvimos que dejarlo para hacerlo el día del herradero, motivo, en los primeros herraderos se nos moría algún becerro, sobre todo, siempre de los mayores, al no sangrar durante el herradero y bregar tanto en el cajón de herrar no se descongestionaban como ocurre cuando sangran por la señal que se les hace en las orejas, desde entonces no tuvimos más bajas. Yo tenía la impresión que al hacer la horca en ambas orejas, que es la señal de la ganadería, nada más nacer se les hace menos daño porque las orejas son más tiernas, la herida cura antes y tiene, además el enorme cicatrizante de la lengua materna, pero ante los resultados tuve que doblegar.
Cuando los becerros cumplen un mes, corre como su madre, corre, salta, inclusive se pelea con los otros becerros. Embiste, topa con lo que se le ponga por delante, porque el misterio de la bravura lo domina desde el mismo momento de nacer.
Sanz Egaña en su libro precisaba : " El becerro recién nacido, acomete con la misma técnica que el utrero. " " Con loa años el toro adquiere poder, pero no bravura . "
La brisa a traves de la hierba, la brisa a traves de los árboles, la brisa en la cara, la luna llena, el sol caliente y cegador son los mundos del becerro.
Es curioso observar a primera hora de la mañana como las vacas dan un paseo seguidas por su becerro, cuando se cruzan con otros emprenden carreras, cuando se marchan lejos de la madre, ésta los llaman con un bajo " muuu " que ellos reconocen, y tan pronto la ven levantan la cola y corren junto al caliente costado de su madre.
Los becerros sienten curiosidad por todo. La hierba del otoño joven y tierna les acaricia haciéndoles cosquillas en el hocico. Conocen el bramido triste, quejumbroso, de su madre, y a él sólo obedecen. Una llamada única, inconfundible, a la que atienden siempre.
La dehesa es uno de los últimos paraisos que debe seguir albergando al toro bravo.

¡ En el campo bravo, es tiempo de OTOÑO !







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