martes, 3 de noviembre de 2015

MANOLETE..... su tauromaquia ( Capítulo XIV )



A " Islero ", negro, entrepelado, bragado y marcado con el número 21, no le puedieron enchiquerar hasta las cuatro y media de la tarde, y lo hicieron a pedradas y latigazos.
" La verdad es que bregó mucho " recordaba Antonio Bellón. Los toros de Miura bregan mucho por ser muy recelosos y se matan unos a otros, como ocurrió la vispera de la corrida que se mataron dos.
Los corrales de estas plazas eran malos. La madre de " Islero " " Islera ", tenía el número 226, era una  vaca chorreada, mulata, una de las doscientas cincuenta vacas que don Eduardo Miura tenía en ese momento.
" Islero " nació en La Cascajosa, en el termino de Carmona donde en aquel momento estaban las vacas de don Eduardo.
En su vida en el campo no hubo nada extraño en su comportamiento, el destino de " Islero " era Murcia, pero Balañá cambio de parecer unos días antes y cambió de Murcia a Linares.
Don Eduardo, al conocer la muerte de Manolete mandó matar a " Islera ", la cabeza se la regaló a la empresa de Sevilla, se encuentra en el Museo de la Maestranza.
Igual hicieron con la madre de " Perdigón ", el toro que mató al Espartero.
Y llegó el quinto de la tarde de la corrida de Linares, la res, embravecida por el aguijón de la divisa, se cegó cuando se abrió la puerta del toril. El aire caliente de la tarde se estrelló contra la altiva cabeza de " Islero ", que se detuvo un instante en el ruedo, aturdido por la luz solar y por el ronco murmullo del público en el último tramo de la corrida.
" No hay quinto malo " dijeron en un tendido.
Apuntalado sobre las patas inició su carrera.
En quince minutos tenía que desarrollar toda la bravura contenida durante sus cuatro años de vida.
El toro se arrancó con furia hasta el pico del capote de Cantimplas, metido en el burladero más próximo al toril, y derrotó con saña levantando astillas de madera, mientras el subalterno echaba la cara hacia atrás en un gesto instintivo ante la agresividad del Miura que le miraba con fiereza queriendo cogerle. La res prosiguió su recorrido alrededor del redondel hasta que salió a pararlo   Pinturas . " Islero " metió la cabeza en el capote, frenando y obligando al subalterno a retroceder. Desde el burladero de capotes, Manolete miraba como abstraído las evoluciones del toro, que no se entregaba en el engaño del peón.
- ¡ Ea, dejalo ! - grito el matador.
Manolete salió del burladero al encuentro del miura. Se quedó quieto, alegró a la res con la voz, adelantó los brazos, la pierna contraria, y embarcó al miura en la primera verónica, acompañado el lance con un tenue movimiento de cintura para dar salida al toro. Cuando se revolvió, Manolete le esperaba enhiesto, serio, pálido como su traje de luces. Una segunda verónica cargando la suerte puso al público linarense en pie, cerrando la serie con más verónicas y rematando con media, mientras Pinturas recogía al toro.
El pañuelo del presidente iba a marcar la salida de los picadores, Ramón Atienza, después de Miguel., era el mejor picador de la familia, estuvo en la cuadrilla de Alfredo Corrochano, para seguir en la de Marcial Lalanda y después en la de Manolete.
A su lado El Pimpi salía de reserva para " hacer la puerta ".
" Islero " había mansurroneado de salida en los capotes y la cuadrilla andaba presta para ponerle en suerte.
Atienza se alzó sobre los estribos, levantó la vara, golpeó con el zapatón de hierro la estribera y gritó al toro, que retrocedió como asustado y volvió a escarbar, Atienza le volvió a llamar, ahora con más brio, apretó el palo pero el miura se quitó el palo. La res, sin empujar con los riñones, cabeceaba a derecha e izquierda con fuerza. Atienza trató de hacerle sangrar pero se salió suelto. Cantimplas le echo el capote abajo y la bestia se detuvo, y volvió con ímpetu y Atienza empujó la vara con toda la fuerza de su brazo, al retirar ésta un borbotón de sangre cayó por la paletilla hacia la pezuña.
El toro se zafó del peto, y atravesó el ruedo hacia El Pimpi, tomando una última vara, doliéndose del castigo.
Cuando el presidente ordenó el cambio de tercio, Manolete siempre respetuoso con los presidentes, no pudo reprimir un leve gesto de contrariedad y se retiró al burladero.
El diestro se refrecó la cara y la nuca, secándose con rápidez, y trasegó un buche de agua que escupió sobre la arena. Se recostó sobre la barrera para observar el tercio de banderillas a cargo de Cantimplas y Gabriel González.
Guillermo tenía preparada la muleta, montera y estoque.
Los matadores y las cuadrillas se habían apercibido de la mansedumbre del miura, que se refugiaba en toriles escarbando.
Camará, desde el callejón, advirtió a Manolete, apoyado de espaldas sobre la barrera sin dejar de mirar al toro, de la mansedumbre de " Islero ".
Los toros de Miura dieron juego - según decía Antonio Bellón. El primero fue muy toreable, Gitanillo cayó en la cara del toro pero la nobleza del astado hizo no le hiriese, tuvo tenue petición. El cuarto cumplió, aplausos, y en el lote de Luis Miguel, al tercero le cortó la oreja. En el sexto, ya nadie se ocupaba de lo que pasaba en el ruedo, pendiente de lo que podía decir la enfermería.
En el primer toro Manolete estuvo decoroso, y por eso se forzó en el quinto.
Manolete, sin dejar de mirar a " Islero ", serio y pálido, con el rostro brillante por el sudor, con los avíos, se dirigió con paso rápido hacia el balconcillo presidencial.
El sol caía a plomo sobre el coso. Los refrescos y las gaseosas se habían terminado hacía rato. La corrida entraba en su tramo final y el público soportaba los cuarenta grados esperando ver a Manolete.
Manolete conquistó los terrenos de su enemigo, que le esperaba en los terrenos de toriles, lo sacó de la querencia y, en medio de la expectación del público, abrió su faena con sus clásicos estatuarios, llenos de quietud. Los cuarenta y cinco músicos empuñaron sus instrumentos para iniciar un pasodoble que el maestro Martos tenía preparado. Era la pieza que llevaba el nombre del diestro cordobés, al escucharlo sintió el calambre eléctrico de la inspiración, Manolete se creció.
( Continuará )



Por las afueras " Islero " humillaba muy bien y permitía a Manolete torear con la mano baja.

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