Ignacio Sánchez Mejías, acepto la presidencia provincial de la Cruz Roja sevillana, era hijo de médico y muchos colegas de su padre le incitaron a colaborar con una entidad benefactora que acogía a tantos sevillanos sin fortuna.
A poco de instalarse la República caducó el plazo de la oferta hecha por Ignacio al Estado para la venta de los terrenos de la finca de Hernán Cebolla, próxima a Pino Montano para hacer allí la
" terminal " de los vuelos transoceánicos de los dirigibles.
Se había creado incluso la compañía explotadora de esa línea, en principio Sevilla- Buenos Aires, y para las finanzas de Ignacio aquella operación era un saneado y lícito ingreso.
En un momento difícil para la economía española, todo aquello de los dirigibles y de su base sevillana sonaba a despilfarro.
Don Indalecio Prieto, ministro de Hacienda, intervino :
Bueno, quizá haya algún señorito andaluz que pueda sentirse perjudicado. Esa finca pertenece a un torero, Ignacio Sánchez Mejías.
Se acordó no comprar el trozo de Hernán Cebolla.
Enterado Ignacio de lo del " señorito andaluz ", montó en cólera y le mandó una carta a don Indalencio Prieto que le contestó en unos días dandole las razones que habían obligado al Estado a renunciar a la adquisión de aquellos terrenos. Sánchez Mejías se dió por satisfecho.
Al morir en Madrid el poeta Fernando Villalón, y existiendo una buena amistad con Ignacio, acudió el mismo a dar el pésame a Concha Ramos, la compañera de Villalón para ofrecerse si necesitaba algo, en un testamento ológrafo, instituye como única heredera de toda su herencia a Conchita, que en esa hora triste sólo piensa en la pobreza que le aguarda. ¿ Qué hará ella con los libros y los cuadros de ¿ Murillo ? que llenan su piso de la avenida de Reina Victoria, último hogar madrileño del conde de Miraflores de los Ángeles. Ignacio, que acude a verla acompañado de la Argentinita, comprende la situación de la pobre mujer.
¿ Que puedo hacer por tí ? ¿ Que necesitas para salir de este trance, Concha ?
No sé, no sé.
¿ Te parecen bien sesenta mil pesetas ?
Bueno.
En aquel tiempo esa cantidad representaba una fortuna. Concha entrego al amigo la biblioteca entera de Fernando Villalón. Ignacio llevó todo al piso de la calle General Arrando, a casa de Encarnación López, de esta manera se salvó tan importante legado.
Ignacio conoció a Marcelle Auclair, era una escritora francesa, de origen chileno. En la revista parisina Marie Claire mantenía con renovados éxitos un consultorio sentimental. En sus años de dedicación a la literatura publicó dos biografías : una dedicada a Santa Teresa de Jesús, otra a Federico García Lorca, a quien conocio casí a la vez que a Ignacio. En los años treinta visitó varias veces España. Le atraía la fiesta de los toros.
Aunque nunca pensó, hasta conocer a Ignacio, que podría enamorarse de un torero. O de un extorero, porque por ese tiempo Ignacio " no ejercía ".
Marcelle contaba así su primer encuentro con el torero, en la primavera de 1933, en casa del poeta y profesor Jorge Guillén :
En Madrid, a punto de salir para Andalucia, en un viaje preparado por García Lorca, nos vimos por primera vez, Federico había colocado su nombre en una lista de gente que era preciso ver. Decía el poeta granadino que Ignacio era el andaluz por excelencia.
García Lorca les había regalado la lectura de su drama Bodas de sangre. De pronto, se abrió una puerta y entró un hombre muy moreno, macizo, con ojos como brasas. El grito fué unánime :
¡ Ignacio ! Saludó a sus amigos con grandes abrazos. Y explicó que estaba en Madrid, para comparecer como testigo en un proceso.
Cuando divisó a Marcelle se detuvo en seco y muy ceremonioso vino hacía ella. Después de la presentación se sentó a su lado.
Cuando estaba a punto de deshacerse la tertulia, el torero le dijo a Marcelle :
Una mujer como tú es lo que a mí me ha recomendado el médico " para todos los días de mi vida ".
Ella Federico e Ignacio anduvieron aquella noche por los itinerarios divertidos de Madrid.
La atracción relataba Marcelle era tan violenta que sentí miedo. No era una relación sencilla. Él estaba casado, y además rendido galán de una artista muy conocida, celosa, como una tigresa. Federico, cuando sospechó el secreto idilio comento : Si pasa alguna cosa entre Marcelle e Ignacio, Encarnación los matará a los dos.
Era lo que faltaba para componer " un cuadro español "
Marcelle, en un libro escrito treinta años después se ocupaba de Ignacio y de su mortal percance en Manzanares.
Escuchó la primera versión de la cogida y muerte del torero, de labios de los amigos de Ignacio, en Santillana del Mar, donde se hallaba aquel verano de 1934.
( Continuará )
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