viernes, 5 de julio de 2013

IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS ( CAPÍTULO XII )



A Ignacio le gustaba verla bailar, sus bulerías interpretadas a la luz de las velas, o las sevillanas emparejada con su sobrina la Niña Trini, eran inolvidables.
Cuando se retiraban los huéspedes, Lola con sus penas a solas, se metía en su amplio y frio lecho matrimonial, siempre dispuesta a defender cualquier llamada de su esposo, cuando Ignacio sentía el fuego de las rojas cicatrices de sus viejas heridas.
Dolores acudía, con los labios sellados por su íntimo dolor, y con caseros ungüentos le daba friegas, para el renacido malestar. Luego sin decir palabra se alejaba.
Conoció Ignacio a Encarnación López " La Argentinita ", cuando éste era banderillero en la cuadrilla de Joselito.
Era natural que en las ferias, Sevilla, Córdoba, Málaga, Valencia, San Sebastián, Bilbao, Madrid, concidieran los ases de la torería y las grandes estrellas del teatro. José posiblemente se fijo en Encarnación, sin darse cuenta quedó prendado del palmito de la bailarina, que estaba ya en el umbral de la fama. Era una mujer de rostro agraciado, de grandes ojos y encantadora sonrisa. Posiblemente ella fué sensible a la admiración suscitada por Joselito. Desde Lima, donde toreó en el invierno de 1919 - 1920, Joselito mandó una carta un tanto en clave al padre de Encarnación, donde le decía, sin especificar más, que estaba deseando volver a España para hablar con él de un asunto importante.
Pero la tragedia de Talavera acabó con la historia de Encarnación que se derrumbó,  abatida por la muerte del torero.
Pasado el momento de la depresión, decidió aceptar una propuesta de actuación llegada de Buenos Aires. Y hacia allá  se fue, estuvo en Chile, costa del Pacífico, Cuba, llegando hasta México, y allí se encontró con Ignacio.
El torero y la estrella descubrieron que eran como dos almas gemelas. En España no existía el divorcio.
Sin dejar del todo su casa en Pino Montano, Ignacio pasaba largas temporadas en Madrid.
Encarnación compró una casa señorial en la calle General Arrando, Ignacio mantenía su cuartel general en el Hotel Palace.
Entre los dos concibieron el espectáculo de las calles de Cádiz, el texto lo firmó Jiménez Chavarrí. La Argentinita creó una bella y original coreografía. La música, obras de Falla y de otros compositores.
La presentación en Madrid constituyo un éxito de público y de crítica. Los cuatro muleros, Anda jaleo, jaleo.... gustaron mucho al público, Encarnación actuaba con sus hermana Pilar, Ignacio se mostraba satisfecho por el éxito de las Calles de Cádiz, aún vive gente que lo recuerda, con brisas del mar de la bahía gaditana, como los versos de Rafael Albertí.
Encarnación bailaba desde niña, acompañada de la guitarra de su padre, dió lecciones con profesores de Sevilla y de Granada, le llamaban La Argentinita por haber nacido en Buenos Aires.
Sus poetas preferidos eran Blasco Ibáñez, Los Machado. Eduardo Marquina.
El amor de La Argentinita por Ignacio, un idilio de más de diez años, no pudo evitar la vuelta a los ruedos de éste, en 1934.
Intentó apoyar los argumentos que manejaban algunos amigos del torero. Para Encarnación se abrió, en aquella primavera, un capítulo de dolor, de angustias, que ella había creido desterradas para siempre.... Comprendía que a él le creciera en el pecho la nostalgia de los aplausos que ella, como artista, había sentido también, pero confiaba en que el torero desistiera de su propósito por sí solo, ante las primeras dificultades. Inteligentemente, si acaso, le hacía ver que tal vez podían fallarle las facultades físicas, al fín y al cabo tan indispensables para poder triunfar en los ruedos. Y así con la esperanza de que Ignacio abandonase la partida y diera por cerrado, por tercera vez, tan peligrosa aventura.
Al principio todos se toman en chanza lo que dice Ignacio. Pero enseguida aceptan como cierta esta resolución, pues se le ve en un constante ejercicio para adelgazar, preparándose para su vuelta a los ruedos.
Con la noticia que circula por todos los periódicos de España con recía tipografía, cunde el estupor en todas partes ; en los comentarios de los aficionados a los toros, y en los cenáculos literarios, y en las reuniones aristocráticas, y en los saloncillos de los teatros, y en los campos andaluces que tantas veces han visto pasar, jinete en un caballo, al señor de Pino Montano ; una sospresa y un interrogante en torno a Sánchez Mejías y en seguida, la otra noticia, complemento de la anterior, según la cual está enfermo Ignacio como consecuencia de su porfiado entrenamiento.
Para algunos, esta dolencia puede determinar la renuncia a intentar de nuevo el éxito en las Plazas de toros. Pero quienes tienen esa sospecha, saben muy poco de la voluntad recia del torero. Este ha dicho que vuelve a la profesión, y vuelve.
Son inútiles los ruegos de sus amigos para que desista de tal propósito. El día 15 de julio de 1934, la reaparición de Sánchez Mejías, alternando con el Niño de la Palma y con Pepe Gallardo, en la lidia de seis toros de Domecq, en la plaza de toros de Cádiz.
Pino Montano, se ha convertido en referencia obligada de la vida mundana de Sevilla. Tiene, entre manos, además, la venta de una parte de su finca de Hernan Cebolla ; allí va a levantarse el aeropuerto terminal de Europa, parada obligatoria para los dirigibles que vayan a América o vuelvan de allá.
Mientras tanto Ignacio va a ser elegido presidente del Real Betis Balompié, el torero, ¿ es betico ?, su hijo José que era del otro bando, del Sevilla, le dice Ignacio me ofrecen la presidencia del Betis, le contesta su hijo, y tú le habrás dicho que no. Que eres sevillista. Tú, niño, callate.
Después en los ruedos José, utilizaría el nombre compuesto de José Ignacio.
De cualquier forma. Ignacio se convirtió en un excelente presidente que puso al Betis en ascenso a primera división.
( Continuará )





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