Cuando nos empiezan a llegar los primeros ecos de la temporada taurina 2013, y teniendo en cuenta el crítico y delicado momento por el que atraviesa la fiesta, los aficionados sentimos nostalgia acerca de que la temporada no venga acompañada de la tan esperada " emoción " en el ruedo, con el toro, y que por fín surja del escalafón actual una pareja de toreros que pongan de nuevo de moda la tan ansiada "competencia".
La " emoción " torera por ser " emoción y ser torera, es mágica.
Todo lo que es arte, juego, fiesta en el toreo, pertenece al mundo mágico de la " emoción ".
En el espectáculo mágico de la corrida, por eso, la presencia de la muerte está vinculada al toro, con el toro que viene reclamando el aficionado llegaría de nuevo la " emoción " a los tendidos.
Las competencias en el toreo no han sido nunca caprichosas, ni convenidas, ni preparadas.
La competencia nace en el ruedo, crece en el tendido, se desarrolla en el café, en la calle, en la casa, vive en las taquillas de las plazas de toros, en los carteles, pero las impone el ruedo, que nadie la busque, por mucha imaginación que le ponga, no la encontrará.
Si repasamos las compentencias en toda la historia del toreo, la verdad, son muy contadas. Cúchares y el Chiclanero, Gordito y el Tato, Lagartijo y Fracuelo, Guerrita y el Espartero, Bombita y Machaquito, Joselito y Belmonte, y podemos decir que no hubo más.
Las verdaderas competencias partieron de Madrid, y después las reclamaban las provincias.
Si nos centramos en la de Joselito y Belmonte, ¿ de dónde salió ?
Decía Juan Belmonte, que lo más importante en la lidia, sea cuales sean los términos en que ésta se plantee, es el acento personal que en ella pone el lidiador. Es decir, el estilo. El estilo es también el torero. Se torea como se es. Esto es lo importante : que la última emoción traspase el juego de la lidia ; que al torero, cuando termine la faena, se le salten las lágrimas o tenga esa sonrisa de beatitud, de plenitud espiritual, que el hombre siente cada vez que el ejercicio de su arte, el suyo peculiar, por ínfimo o humilde que sea, le hace sentir el aletazo de la Divinidad.
Para Joselito el toreo era inteligencia, gracia, don que cada uno trae a este mundo del toreo, en el que todo lo demás se aprende.
La competencia se extendía como se extiende una mancha de aceite, por todos los ruedos, y ellos, sin querer competían donde se encontraban con lealtad y una corrección ejemplares. Competir es no reservarse por ningún motivo, sino darse generosamente a la concurrencia, sin tasa y sin miedo, hasta más allá del límite del toro.
Ese es el motivo que las competencias son peligrosas, y los toreros por este motivo traten de evitarlas.
Con la competencia los partidiarios discuten. Los toreros torean. Los periódistas opinan y la polémica está servida.
No se comprendía cartel sin Joselito y Belmonte, desde 1914 que empezaron a torear juntos.
Joselito tomó la alternativa en 1912 en la feria de San Miguel, en Sevilla, cien años después en 2012 se le recordó en el cartel de la Feria de Sevilla.
Juan Belmonte en la feria de otoño de Madrid en 1913, cien años después se le recordará en el cartel de la Feria de Sevilla de 2013.
José Zarco, ex matador de toros y ácerrimo gallista, aterriza un día en Los Corales, bar situado en Sevilla, entre las calles Sierpes y Tetuán, donde mantenía Juan Belmonte su tertulia.
- ¿ No le abochorna a usted - le advierte un belmontista a Juan Belmonte - estar sentado junto a Zarco, que es un indecente gallista ?.
- Padece usted de un grave error - le replico Juan muy serio -. Ese José Zarco es muy buen aficionado y desde luego es gallista. Más pa que usted lo sepa, el mayor gallista que hay en Sevilla y quizá en toda España soy yo. Que no se le olvide.
Era indudable, que entre aquella serie de locos del gallismo y del belmontismo, había dos aficionados de verdadera solera, Joselito y Belmonte.
Se contaba que a raiz del triunfo de Belmonte en Madrid en 1917, corrida a beneficio del Montepio de Toreros, cuyo eco del triunfo tuvo tanta repercusión en Sevilla, que uno de los gallistas de mayor prestigio le pregunto a Joselito.
- Ya sabes el ruido que ha despertado esa faena de Juan en Madrid. Tú la presenciaste, ¿ que opinión tienes de la misma ?
- Pues veras - le respondió José -. Una faena como esa no hubo jamas un torero que la haya hecho. No existe ninguno que la pueda hacer, ni habrá nadie en el futuro que consiga igualarla.....
- Ahora ya sabes lo que opino.
Así eran Joselito y Belmonte dos figuras en competencia y en perfecta simbiosis, las que componen el cuadro del toreo completo por técnica, arte y, a la vez, por la pasión que suscitaron a la fiesta, socialmente en su mayor apogeo en la Edad de Oro del Toreo.
Decía Juan Belmonte " el toreo - es una actividad del espíritu.
La aparición de Joselito, produjo júbilo.
La de Belmonte, asombro.
José aparece como una superación, le llamaban " Maravilla "
Juan aparece como un fenómeno, le llamaban " Terremoto ".
Siempre he defendido la idea de que la rivalidad es la clave a través de la que los aficionados se enganchan a la fiesta.
ResponderEliminarHay comparativamente con otros espectáculos diferencias sustanciales: La rivalidad entre toreros tiene el tiempo tasado. Los toreros duran 5 o 6 años en su mejor momento con lo que las rivalidades han de renovarse. Los toreros, ganaderos y empresarios han de tener la mentalidad de competir. Hace muchos años que no oigo a ningún empresario decir que la feria de su ciudad va a borrar a la de la ciudad de enfrente, lo mismo con los ganaderos. ¿Qué novillero recordamos recientemente decir que su objetivo es borrar al resto del escalafón con su muleta y su espada?. La competencia genera emoción en el público y antipatía entre los compañeros. Por eso el ejemplo de Juan y José es perfecto porque supieron admirarse mutuamente y despellejarse uno al otro en el ruedo. ¡Cuanto podrían aprender de ello los profesionales de hoy!
Felipe Romero :
ResponderEliminarCuantas verdades encierra tu elocuente comentario que te agradezo y que comparto plenamente. Muchas gracias y un abrazo.