sábado, 21 de agosto de 2010

LA VIDA DEL TORO EN LA DEHESA


Las emociones o afecciones originan sus tendencias o inclinaciones, según los casos y normalmente son causas de movimientos que pueden ser sus reflejos, habituales, unos instintivos y otros volitivos.
Los toros y las vacas si se ven forzados entre dos tendencias, forzosamente necesitan elegir, (entonces ejerce una volición ) la que más le atraiga en presencia de sentimientos que recuerda y asocia. Por ejemplo si una vaca esta comiendo y oye a su becerro berrear, elige entre ir o seguir pastando.
Son muchos los actos reflejos que realizan, y que evitan, por su eficacia y rapidez, graves accidentes.
El pupilar, que hace que se contriga la pupila al aumentar la iluminación, o el palpebral, que le obliga a cerrar los párpados cuando algún objeto se dirige hacia el ojo.
Los animales no muestran iniciativa alguna, la conciencia no interviene más que de forma pasiva.
El instinto de asociación hace que a los toros les guste vivir en manadas y se enfurece y excita al verse solos, atacando a todo lo que se le pone por delante. Por el de imitación andan tras los cabestros tranquilos y por él pueden ser domados los cabestros convirtiéndolos en domésticos.
Cuando ven sangre se soliviantan los toros, se pegan entre ellos, se intranquilizan. Donde ha muerto un toro y lo hayan dejado corromperse si lo huelen, aunque hayan pasado dos o tres años muestran darse cuenta del hecho.
El toro asocia la idea de la victoria a la de dominar a sus semejantes que le ceden por temor en todo, las comidas, etc., y este recuerdo asociativo le hace insistir en la pelea con quien discute su puesto de mando.
La codicia en el toro es originada por la excitación o irritabilidad que le produce el engaño constante del torero, el cual le exaspera cada vez más y a lo cual aquél reacciona comiéndole el terreno en la plaza. La cualidad opuesta es la incertidumbre, la indecisión, en acudir al engaño queriendo atacar a todo y no haciéndolo a nada o quedarse en la suerte por hostilidad hacia lo que le rodea.
Siente el toro simpatía o antipatía por las personas que les cuidan, vaqueros, etc., en los que encuentra sensaciones gratas, llegando a dejarse acariciar hasta por los niños. En casíitodas las ganaderías se han dado este tipo de casos. En Encina Hermosa lo tuvimos recientemente con  "Chispero " que lo sacaron el el programa Tendido Cero y se dejaba acariciar por todo aquel que tenía valor de hacerlo.
Al toro le gusta no variar de cama, comer en el mismo comedero, recordar lugares vividos por ellos, y pueden recorrer distancias enormes volviendo a sus dehesas cuando son separados de ellas y pueden hacerlo con una facilidad para recordar y reconocer caminos y sendas, que el hombre no tiene.
El mugido o bramido del toro en sus múltiples modalidades de intensidad y tono, expresa lo mismo el amor maternal de la madre cuando llama al becerro, que la ira del toro que huye o que desafía aun contrincante. Cuando en corro contemplan una pelea comentan los incidentes en forma de rumor o verraqueo que anima a los toros luchadores a emplearse más a fondo. Si surge alguna víctima,  rodean los toros al muerto y dan muestras de horror y a la vez de complacencia.
Cualquier ruido en la dehesa le pone en guardia cuya actitud expectante demuestra su inquietud. Les puedo contar como anécdota que vivo con mucha frecuencia, que si los toros están en los comederos del pienso comiendo y de pronto todos miran en una dirección, algo viene por allí, al rato aparece un coche, un camión, etc., cuando tú no habías escuchado ningún ruido, ellos lo estaban percibiendo desde hace rato.
El toro acomete a la muleta roja porque le molesta a la vista, fatiga la retina, le ocasiona dolor y quiere librarse del sufrimiento.
En la vida del toro en colectividad, verdaderamente el bravo no acomete a los demás y, consciente de su poder, aparece pacífico y tranquilo; al contrario del débil, que carga y desafía y se rodea de un gran aparato amenazador antes de acometer.

Me hicieron un comentario en el blog, que siguiera hablando del lenguaje de los toros y con mucho gusto me dispongo a realizarlo.
Pitido, cuando un toro pita presiente algo, puede ser la llegada de la lluvia, el desplome del calor, en el mundo cerrado de la dehesa el pitido del toro avisa de algún peligro. Cuando los toros pitan los demás animales acechan.
Reburdeo, es un ronquido bajo y grave que presagia ganas de lucha y sangre. Hay un toro caído y la vacada entera le da vueltas reburdeando.
Hasta los cabestros se inquietan de tanto reburdeo. A la mañana siguiente el canto funeral deja de ser furia contenida y se convierte en queja y desgana.
Bramido, puede ser por celos, por peleas, demandando ayuda y en la huida hay dos bramidos el del triunfador desafiante y el del totalmente vencido. El bramido del semental delata el celo que le invade hacia la vaca.
Berreo, el berreo puede ser de miedo, de queja o de nostalgia, de melancolía.
Resoplido, desde el callejón o las barreras de cualquier plaza se oye el resoplido del toro ante el capote y la muleta.
En la dehesa descubres cada día sonidos nuevos que te hacen pensar que los toros con sus berridos siempre dicen algo, pero al oirlos no sabes explicar por qué.


Siguiendo con el acierto del torero, les muestro hoy dos fotos del Museo, para comprobar quien dice los nombres el primero, Suerte.

3 comentarios:

  1. El de la foto del paseillo estoy seguro de que es Uceda Leal, el de la foto en blanco y negro, ni idea D.Mariano.

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  2. Querido Mariano...

    ... y seguidores,

    El del paseillo no es Uceda Leal sino Paco Alcalde, diestro que me encantaba cuando era pequeño por su tercio de banderillas. Creo recordar que llevó una cuadrilla estupenda de rehileteros que se hacían llamar "la cuadrilla del Arte".

    El museo debe ser una maravilla. Siga con este estupendo blog.

    Saludos,

    Luis López (Tercio de Pinceles).

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  3. Perdón me equivoqué de foto.
    Como bien dices Luís, es Paco Alcalde y el de la vuelta Uceda Leal.

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