Todos los años, desde el de 1920, en todas las corridas que se celebran en plazas o por toreros españoles el 16 de mayo, hacen estos el paseíllo descubiertos, en señal de duelo.
Este 16 de mayo de 2016 se han cumplido 96 años desde que el toro " Bailador ", mató, en Talavera de la Reina, a José Gómez Ortega, Gallito, y aún se perpetúa entre la torería su recuerdo de tan patética manera.
Puede afirmarse que ninguno de los diestros que hacen el paseillo descubiertos conoció a Joselito, y aunque ninguno había nacido en aquella fecha, el homenaje vivo sigue, rindiéndose a la memoria del diestro que mejor simboliza, con sus virtudes y defectos, la idea de lo que debe ser el torero y de cómo debe concebirse el toreo. Solo una entrega íntegra a la profesión, una dedicación absoluta a ella en la vida y en la muerte podía producir ese carácter torero cuyo recuerdo se actualiza cada año y cada año cruza calladamente la arena de las plazas, aleccionador y glorioso.
No eran de apogeo los años en que Joselito hace su apredizaje y se lanza a la aventura de la profesión, Hijo de un gran torero y perteneciente su madre a una gran familia gaditana de toreros y artistas, su vocación no podía ser sino la taurina.Cuando Joselito pudo darse cuenta de la situación de la fiesta taurina, en el alborear de sus aspiraciones, una gran figura, la de Antonio Fuentes, consumaba su decadencia, y la pareja Bombita- Machaquito seguía dominando las plazas, aunque con signos inequívocos de declive. Joselito comtempla este panorama de la fiesta con ojos infantiles, sin los resabios del aficionado maduro que convoca todos sus recuerdos para la comparación y el contraste, Joselito, con sus ojos infantiles, no tenía otro término comparativo que lo que él imaginaba que podía hacerse con los toros. Y los diestros que veía torear desde su reveladora infancia tenían que ser con su toreo el fundamento de su concepción del arte que aspiraba a practicar.
Joselito no alcanzó a ver a Guerrita, aunque oyera contar sus historias, y ante la vista, y en ese terreno del dominio de los toros, tan solo tenía el ejemplo de Bombita, dominador muy reducido de escala junto al ejemplo del colosal cordobés. Además, en la tradición familiar, el nombre de Guerrita estaba muy implicado, ya que fue banderillero de su padre, y pese a pasajeras desaveniencias mantuvieron siempre una relación cordial. No era la concepción del toreo de Guerrita la del señor Fernando El Gallo, padre de Joselito, ni mucho menos la de su hermano Rafael, pero la admiración por el poder, los recursos y la eficacia torera del cordobés debieron ser en aquella casa constante objeto de comentario, y en la admiración de tales virtudes toreras iba formando Joselito su concepción del toreo.
En el recuerdo y fama de su padre, y sobre todo en su hermano Rafael, al que desde niño vió torear y al que siempre admiró. Pero si el toreo de Rafael podía parecerle la meta de una manera de concebirle, Joselito era demasiado ambicioso para resignarse a una valoración torera, por refinada que fuera, que no llevara consigo el poder y el mando.
Joselito necesitaba mandar sobre el toro, y como consecuencia sobre la fiesta, y el camino del toreo de Guerrita se le presentaba despejado y evidente para tales fines.
Pero Joselito era sevillano y no podía satisfacerse con arrollar en el toreo con su poder. Era precisa la colaboración del arte, tal como en el toreo puede comprenderle un sevillano, y de ello tenía el mayor ejemplo en su hermano. Pero Joselito no podía imitarle, necesitaba crear su estilo y su manera, adaptar a sus cualidades y exigencias las metas que tanto anhelaba.
Pero aún era precisa otra condición que fue decisiva en las aspiraciones del torero : la dedicación exclusiva a su arte y profesión. Joselito vivió solo para los toros, no quiso saber de otras satisfacciones que las del toreo pudiera proporcionarle.
El resultado fue un torero excepcional : largo como el que más lo haya sido en la historia del toreo, dominador, tanto por sus conocimientos y técnica como por sus poderosas facultades físicas.
Perfecto en su toreo, sobre todo a partír del tercer año de su alternativa, en el que el influjo de las maneras del trianero Juan Belmonte, captadas inmediatamente por José, se hace felizmente notorio.
Así Joselito queda en la historia del toreo como un diestro de proporciones gigantes que no cede ni ante el recuerdo de las casi legendarias figuras de Pedro Romero o Antonio Fuentes. Su dominio de todas las suertes y la fertilidad de sus recursos defensivos le hacen aparecer como una imagen de la seguridad ante los toros y de enciclopedia absoluta del saber taurino. Pero estas cualidades se encuentran unidas a una gracia, más veces melancólica que jubilosa, delatora de su procedencia sevillana.
Con Joselito el toreo recobra su cauce ancho y su transcurrir caudaloso, que la generación taurina anterior no había logrado colmar, y que en Guerrita, el último diestro que le llenara cumplidamente llegó a tener un aspecto más de fuerzas que de gracia y arte.
La ambición es un factor en el toreo de Joselito donde confluyen las exigencias de su tauromaquia. Contaba Gregorio Corrochano que en Valencia le salió un toro que Joselito intuyó que estaba toreado. En cuanto volvió a Sevilla pidió encerrarse con media docena de vacas toreadas, para aprender cómo se debe enfocar la difícil lidia de un toro con esas dificultades.
José, que, según sus biógrafos, debió de ser un hombre de actitudes y costumbres sencillas en su vida privada, tenía un carácter dominador, y en lo referente al toro de una soberbia sin límites. El día de la retirada de Bombita al terminar éste de matar su último toro, le dijo a José : " yo acabo de terminar mi vida de torero. No me ofrezcas banderillas en el último toro ". Cuando tocan a banderillas en el octavo toro, José se dirige a Ricardo Bombita y le ofrece los palos. El público aplaude aquel gesto de compañerismo sin conocer los antecedentes. Bombita sale por delante y coloca un par de banderillas " con su estilo adocenado " enjuicia Gustavo del Barco, para quien " Joselito " clava los palos en el morrillo, en un alarde de pujanza maravillosa, de facultades, de prodigio y de ejecución perfecta. José que ha conseguido retirar de los toros a Bombita y a Machaquito no hace la menor concesión a su hegemonía ni en el emocionante momento de la despedida.
Pero el clasicismo de Joselito no significó inmovilismo. Su previlegiada inteligencia le permitió evolucionar - hasta superar el viejo aforismo - sin renunciar a la ortodoxia - " si no te quitas tu te quita el toro " y, en lenta metamorfosis converger en el predominio del toreo de los brazos sobre las piernas en clara aproximación a la revolución belmontina. De igual manera que Juan Belmonte de " el que quiera verlo que se de prisa ".
Y ambos alcanzaron a colocar la Tauromaquia en el cénit de su historia. Así lo proclamaron los versos de Bergamín :
En José estuvo el soplo
Y en Juan la brasa,
Y en los dos encendida
la llamarada.
Por eso fueron
José y Juan, los dos juntos,
todo el toreo.
Joselito en su famoso kikirikí, por Ruano Llopis
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