En abril de 1919, la feria de Sevilla contaba con tres casetas de toreros. La de Rafael " El Gallo ", la de Joselito y la de Belmonte, casetas muy taurinas, cada una para los partidarios de estos tres diestros.
Estaban presididas por fotografías de gran tamaño visibles desde el paseo ferial.
A primera vista puede parecer raro que Rafael y José, hermanos, tuvieran casetas distintas. Pero como sus partidarios eran distintos, al tener cada uno distinto su toreo, se explica así lo de de las dos casetas.
Los partidarios de Rafael no eran partidarios de José. Los partidarios no tenían apellidos tenían estilo.
Rafael y Joselito no solo tenían casetas distintas en la feria de Sevilla, sino que, viajando en el mismo tren, cuando iban a torear, lo hacían en distinto coche. Joselito viajaba en coche-cama, Rafael no le gustaba el coche-cama decía le ahogaba como una tumba, le gustaba viajar en los departamentos de primera donde podía salir y entrar al pasillo hablando con los ocupantes de los departamentos, aireando el puro que no soltaba, pues lo renovaba de una caja, que por todo equipaje colocaba en una articulada mesita de cada departamento.
La caseta de partidarios de Rafael no era de aficionados, era de creyentes. Incluso les podían haber llamado penitentes de Santa Coleta, porque tenían más días de penitencia que de gloria.
Un día un famoso periodista entrevistó a uno de los penitentes de Rafael. Era un hombre alto, enjuto, muy andaluz en su porte y en los gestos, en el hablar incluso en las pausas.
Rafael por aquellos días había tenido una tarde desafortunada en Madrid, con un toro de Veragua.
Le preguntó el partidiario de Rafael al periodista :
-¿ Qué ha " pasao " en " Madrí " con " Rafaé " ?
- Pues.... que era un toro del duque, manso, del contraestilo de Rafael.... balbuceo el periodista a modo de disculpa, para consolarle e incluso como acompañandole en el sentimiento.
Hubo una pausa, de unos minutos de silencio.
Adelantó el partidario el labio inferior hasta montarle en el superior, soltó la esterilla con que liaba tabaco, se pasó la mano por la cara, ya un poco arrugada, y le dijo :
Ustedes le habéis " echao " un toro al corral.
Pero le sacaréis bajo palio.
Aquel hombre tenía cara de profeta.
A los pocos días de la conversación en la caseta de Rafael " El Gallo ", precisamente el 15 de mayo sacaban a Rafael bajo palio.
El público sacaba al torero en hombros, bajo las palmas del entusiasmo popular, que al fín y al cabo es el palio de los toreros, Y con un toro de Aleas.
La feria de Sevilla por la mañana tenía una tradición de campo. Era el campo vestido de limpio, estrenando traje de día de fiesta, pero todo al estilo del campo andaluz, que olia a toro bravo, y a rodeo de ganado, y a caballo sudoroso en el acoso, y a hierba pisoteada en el galope.
La Venta de Antequera, donde se exibían las corridas de la feria sevillana. Hacían los toros parada en el Cortijo del Cuarto. Ese nombre de cortijo y la ganadería de Miura tiene el mismo eco. Todos los días del año, con agua o con sol, venía don Eduardo, el ganadero, en su coche de mulas, al Cortijo del Cuarto. Aquí tenía los toros de saca y aquí apartaba sus famosas y temidas corridas. En el Cortijo del Cuarto, no pasaba la alambrada ningún hombre de chaqueta larga.
La víspera de la feria de Sevilla iban llegando las corridas conducidas por garrochistas que venían del Cortijo del Cuarto. ¡ Qué garrochistas aquellos !
Ni una garrocha mal cogida, ni un caballo mal llevado, ni un sombrero mal puesto.
Con la del Conde de Santa Coloma, venía a caballo el duque Mauricio Gort y doña Sol, nombre con que Sevilla reconocia con respetuoso cariño popular a la Duquesa de Santoña. Toros de aristocracia. Toros de frac y guante blanco.
Joselito mató seis en una corrida en la feria de San Miguel, y cortó la primera oreja que se concedió en Sevilla, al toro Cantinero del Conde Santa Coloma.
Cerraba la corrida de Miura, los hijos de don Eduardo, Antonio y Pepe, con Naranjito y Aurelio y otros garrochistas. - Buenas colleras.
Era un espectáculo ver entrar los toros, con las paradas de bueyes iguales, los capirotes de Santa Coloma, los berrendos de Miura, con sus cencerros sonoros, como para que no oyeran otro ruido los negros toros que arropaban en la carrera hasta la Venta de Antequera, que era la puerta taurina de Sevilla, y allí salía a recibirlos la ciudad de Sevilla.
El público se agolpaba y los miraba desde todos los ángulos. El ganadero se ha alejado ; sus afanes, sus desvelos, terminaron en la Venta de Antequera.
¡ Ahora qué Dios le dé suerte el día de la corrida !
Su preocupación por la lluvia, por el pienso, las enfermedades han quedado apartadas, disuelve su pena de apartarse de sus toros en una copa de vino, que viene a ser el agua de azahar de los hombres que tienen callo de la garrocha. Pero todo lo relacionan con los toros, con ser tan bonito, también tiene su reflejo triste, que afortunadamente el aficionado, no ve.
Cuando terminaban las corridas, el día estaba tardeando para irse, se enciende la feria. En las casetas de Rafael " El Gallo ". Joselito y Belmonte, se habla de toros, de la corrida de la tarde, se come y se bailan sevillanas. Con qué gusto cogen una silla los partidarios de uno y otro diestro, una copa de vino y ese taquito de jamón.
Las sevillanas se escuchan en las tres casetas, que grandeza la Edad de Oro del Toreo.
Las sevillanas son un diálogo ; tienen su pareja enfrente, se acarician con los brazos, con los ojos, se dicen cosas al oido al son de las castañuelas.
En las Ventas de Sevilla, se refujiaba el cante " jondo ", Donde se canta, y se toca y se baila de verdad.
¡ Venta de Eritaña ! Tu fama universal.
Te conocían en París, en Londres, y en América.
Te cantaron Chacón, Manuel Torres, Tomás, La Niña de los Peines.Te bailó la Macarroni y la Malena.
Se escuchaba ¡ Bravo ! y una gitana decir ¡ Ole ! ¡Viva el arte !
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