viernes, 12 de febrero de 2016

OSBORNE ( Capítulo I )



En la última cumbre familiar convocada en Jerez, aparecieron algo más de 200 Osbornes. Según los archivos de la firma, Thomas Osborne, procedente de Exeter ( Devon, Inglaterra ), quien se asentó en Cádiz a finales del siglo XVIII, constituyó una agencia exportadora de vino de Jerez. Este Thomas, con H, era el octavo señor de Yalbourne. Habia nacido hacia 1761 y viajó a España en la decada de los ochenta, muy joven aún, atraído como muchos ingleses y franceses por la calidad de sus vinos.
Trabajó primero para los banqueros y exportadores de vino Lonergan y White, entablando amistad con el cónsul britanico y con su socio, Willian Gordon. Ambos le propusieron exportar los vinos de sus bodegas y, en un suspiro, abrió un mercado importante tanto en Inglatera como en Estados Unidos. Reforzado por este éxito y por la fortuna que empezaba a acumular, Thomas se asoció con Duff Gordon para abrir sus propias bodegas en Jerez y El Puerto de Santa María. En 1825, este inglés, ya medio andaluz, contrajo matrimonio con Aurora Böhl de Faber, hija del cónsul de Alemania en Cádiz y apoderado de la firma Duff Gordon. El matrimonio se trasladó a El Puerto de Santa María, fusionando todas las bodegas bajo una única marca : Osborne.
A la vez que llevaban las bodegas y construían un imperio, los herederos de Thomas Osborne se aproximaron al mundo del toro. En 1880, su hijo Tomas Osborne Faber colaboró en la construcción de la plaza de toros de El Puerto de Santa María, mientras que su hermana se casó con el primer Marqués de Saltillo ganadero. A principios del siglo XX, Fernando y Rafael Osborne Guezala hicieron sus pinitos como ganaderos de bravo, y desde 1905 a 1918, su primo Rafael Rueda Osborne, el segundo Marqués de Saltillo ganadero, extendió su encaste, en exclusiva, por todo México. Sin embargo, los descendientes de Sir Thomas esperaron varias generaciones antes de asociar la imagen de sus vinos y alcoholes a las del toro.
Los Domecq, con quienes los Osborne mantienen multiples lazos familiares, lo habían hecho ya, pero la genialidad de los Osborne consistió en instalar la silueta del toro por todas las carreteras de España con el fin de promover su marca. El primero se colocó en Cabanillas  de la Sierra, en 1957, cinco años después de que José Luis Osborne Vázquez comprara la ganadería de Pedro Domecq, la cual sigue en manos de su hija Rosario y su nieto Emilio González de San Román.
Los primeros toros que invadieron las carreteras españolas estaban hechos de madera. Su poca resistencia a las inclemencias meteorológicas hizo que se cambiaran por vallas metálicas de 4000 kilos, con una altura de 4 metros. En poco tiempo, el Toro de Osborne se convirtió en una seña de identidad inconfundible, no sólo de la marca, sino del país. Para todos los turistas, era como un faro que mostraba la buena dirección, la llegada a buen puerto. Desde 1962, el departamento de marketing de Osborne se encargó de instalar cerca de 500 toros por todas las carreteras de España. Este crecimiento coincidió, curiosamente, con la fama, bien ganada, de los toros ensabanados de Osborne, sobre todo en los cosos andaluces.
Cuando poco a poco la popularidad de los ensabanados se esfumó, los negros de la carretera también disminuyeron lentamente. Si los primeros decayeron por razones taurinas, los segundos fueron víctimas del acoso. Los 90 toros de Osborne que quedan se han salvado de la quema, aunque no siempre del vandalismo, a pesar de estar inscritos en el Patrimonio cultural y artístico de los pueblos de España.
En 1988, cuando la Ley General de Carreteras ordenó la eliminación de cualquier elemento publicitario " fuera de los tramos urbanos ", Osborne optó por eliminar la rotulación publicitaria Osborne, sorteando así la ley para mantener la silueta negra del toro. Cuando en 1994 una nueva publicación del Reglamento de Carreteras volvió a la carga, fue la unión de Ayuntamientos y Comunidades Autónomas la que acudió al rescate, promoviendo la campaña " Salvemos al toro " la cual permitió convertir al Toro de Osborne en Bien Cultural.
Finalmente, en 1997, El Tribunal Supremo declaró que la silueta de Osborne iba más allá "superando su sentido publicitario e integrándose en el paisaje ". Dicha sentencia no impidió que varios de ellos sufrieran el vandalismo de grupos quienes, a pesar de sus esfuerzos, no han conseguido que el toro deje de ser un elemento identificador de España.
Los " años soberanos " de los toros de Osborne llegaron de la mano de José Luis Osborne Vázquez, quien en 1952 compró la ganadería de Pedro Domecq y Díez - un hermanos de don Álvaro, don Juan Pedro y don Salvador -.
La parte de Pedro Domecq fue vendida en 1946 a José Luis de la Calle ; en 1948, a Antonio Jiménez, y de él paso a José Luis Osborne.
Contaban sobre Pedro Domecq que " sentia el toro " mejor que todos sus hermanos. Sin lugar a dudas era el más original. Por tanto, es probable que José Luis Osborne comprara casi a ciegas una mezcla de Veragua y Tamarón, donde quedarían dos puntas puras de cada procedencia. Sea como fuera, el hato que se trasladó hasta el cortijo jerezano de Bolaños, cerca de la Cartuja y lindando con el de Villamarta, adquirió allí una dimensión propia.  Más fino que el de Domecq en aquellos años, más enclasado también, cortito de tamaño pero de gran trapío merced a sus generosas y astifinas arboladuras, el toro de Osborne se alejo del modelo original para adquirir su personalidad propia. En las tertulias camperas dicen que esta clase procedía de algunos sementales imprevistos de Villamarta, que saltaban las vallas de la finca y visitaban a las vacas de Bolaños. En aquella época, dichos Villamarta saltarines poseían en su sangre un alto grado de herencia asaltillada. Aseguran que, por eso, el toro de Osborne heredó su perfil peculiar..... De hecho, los cornipasos siguen saliendo hoy en varias de las ganaderías que mantienen este origen, como Nuñez del Cuvillo, La Palmosilla y, obviamente, los Osborne que cria Emilio González San Román. Fue en el sur donde los toros forjaron su leyenda. El mismo año de la compra, José Luis Osborne debutó en Sevilla con una novillada, cuyos ejemplares dieron nota de mucha nobleza. Dicha característica definió a la primera camada, cuyos ejemplares se lidiaron en El Puerto de Santa María y Barcelona. A lo largo de los años, los éxitos se repitieron en Vista Alegre, pasando por Madrid, con otra novillada, el 19 de marzo de 1959.
El primer gran triunfo significativo fue, sin embargo, el de Fusilero, toreado por Julio Aparicio, ganando el Catavino de Oro el 8 de septiembre de 1962 en la corrida concurso de Jerez. A los dos años, el 13 de septiembre de 1964, la ganadería de Osborne repitió triunfo y lo amplió con el indulto, en el mismo escenario, del bravisimo Regatillo, toreado por El Jerezano. Gracias a Regatillo, la ganadería debutó al año siguiente en San Isidro. Ese 2 de mayo de 1965, el gran Jineto fue premiado con una vuelta al ruedo, mientras que el resto eran ovacionados en el arrastre. Pero fue en San Isidro de 1966, el 27 de mayo cuando entró a formar parte de la leyenda de la Fiesta gracias al magnifico Atrevido frente al cual Antoñete se encumbró. Atrevido el famoso ensabanado de Osborne, no embistió de forma espectacular, pero si con enorme profundidad y entrega. Antoñete, por su parte, orquesto una sinfonía de naturales, y su triunfo fue ampliado por un afortunado azar : por primera vez en la Historia, esta corrida fue televisada en todo el territorio español, haciendo de Antoñete y Atrevido dos mitos.
¿ De donde provenía exactamente Atrevido ?
( Continuará )





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