miércoles, 13 de abril de 2011

LA POESIA EN LOS TOROS (6)



ROMANCE DEL TORO  " PETAQUILLO "


El campo te vio nacer,
y celebro tu bautizo
con un convite de estrellas
y un repertorio de grillos.

La luna fue tu madrina
y tu padrinazgo el río ;
naciste para ser grande,
y en grande quedo tu sino.

El campo te vio afilar
tu cuchillo de dos filos
que la piedra del relente
agudizó dando brillo,
y luego te vio lanzar,
silueta entre lentiscos,
tu reto agudo, que al viento
llevaron tus mil mugidos.

El campo te vio rondar,
galán de tu señorío,
requiriendo sus amores
con tu mejor desafío.

Luna de miel de dehesas
y nupcias sobre cortijos,
soberbio en tu omnipotencia,
gallardo en tu poderío
y tu mejor plenitud
a lomos sobre ti mismo.

¡ Pero de que te sirvió !
¡ Malhaya tu triste sino,
malhaya tu limpia estrella,
que fue eclipsando su brillo.

¡ Pobre toro " Petaquillo "!
Porque lo escrito está escrito,
dejaste una mala tarde
tu marisma y tu cortijo,
tus rumbos de amanecer,
la flor de tus pastos limpios.

Todos lloraron tu marcha :
luna, campo, yerba y río,
y el coro de tus hermanos
- huérfanos en el olvido -
lloró tu ausencia en la noche
con un presente de siglos.

¡ Pobre toro " Petaquillo "!
sin razones ni motivos
te buscaban la pelea
en un redondel pajizo,
entre una tarde de fuego
y a latigazos de gritos.

Muñecos locos de seda,
peleles de dos mil guiños
jugaban al " no me coges ",
abriendo sus abanicos,
y haciendo ojales sangrientos,
condecorándote en rizos,
tres pares de sanguijuelas
abrieron tu pelo limpio.
¡ Y que culpa tenias tú
si era tu triste destino!.

Te barruntaba la muerte
- triste abejorro cansino -
y no te sirvió el zig zag
de tus marfiles antiguos,
que bordaban filigranas
en un cielo de zafiros.

Por el centro de un albero,
un jardín de alamar vivo
y un clavelón ondulante
te encadenó como quiso,
y rizando y desrizando
hizo encajes de bolillos,
colofón para tus astas,
impotentes de lucirlo.

¡ Pobre toro " Petaquillo ".
Sobre tu cuerpo vencido
se desplomaban los cielos
como tormentas de siglos.

Se te escapaba la vida
por un ojal purpurino :
te corrían por los ojos
dos mil arañas de vidrio.

Tu casta, en último nervio,
se rebelo al infinito.
La bodega de la muerte
te emborrachó con su vino,
y caíste boca arriba,
arañando el cielo limpio,
dos ojos desorbitados,
tu cuerpo clavel marchito.

¡ Pobre toro " Petaquillo "!.
Tu entierro fue de tronío :
cuatro caballitos tordos
llevaron tu cuerpo rígido,
y toda la Plaza, entera,
te dio su adiós más sentido,
en un funeral de aplausos
y una aleluya de gritos.




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