viernes, 8 de abril de 2011

JUAN BELMONTE (CAPITULO VI )



En los meses que quedaban de temporada de 1912, Belmonte toreó cuanto quiso, Utrera, Sanlúcar, Morón, Higuera, Santaolaya, Ecija, Fregenal, Pilas, Cádiz, Ubeda, Cartagena, San Sebastián, Barcelona, en toda España comenzó a hablarse de Juan Belmonte.
En Sevilla no podía salir a la calle sin que la gente le señalase con el dedo.
Los aficionados que no le habían visto aun temían que un toro les privase de la ocasión de admirarlo. Porque los técnicos habían prometido que Juan era " carne de toro ", hasta Rafael Guerra lo había dicho : Hay que darse prisa para verlo......... porque el que no lo vea pronto, no lo verá.
Aquella temporada de 1913 tuvo un principio trágico.
El 9 de Febrero, un toro cogió en Madrid a Andrés del Campo Dominguín, y le produjo tan graves heridas, que murió al día siguiente.
Pero este desgraciado percance no influyó lo más mínimo en Juan Belmonte, que siete días después se presentaba en Barcelona, al lado de Currito Posadas, dispuesto a renovar los laureles del año anterior.
Del éxito de Juan dicen bastante estos dos detalles : salió en hombros y le ofrecieron un puesto para otra novillada quince días después.
Algunos periódicos catalanes protestaron del espectáculo que había dado el público barcelonés paseando por las calles a Juan Belmonte.
Llegó el momento de la presentación en Madrid.
Quienes guiaban a Juan  decidieron que toreara en la Villa y Corte el trianero.
El periodista Abelardo Fernández Arias, más conocido por el Duende de la Colegiata, subió al tren en que venían Belmonte y Posadas en la estación de Villalba, y desde allí vino conversando con ambos hasta la llegada a la capital. Según contó en el periódico venían quejándose del título de " fenómenos " que les obligaba cada tarde " a echar el resto ".
El periodista llevó a Belmonte al teatro Romea, donde actuaba con gran éxito Pastora Imperio, recién separada de Rafael El Gallo. El Duende se la presentó al torero, y hasta hizo que Juan se retratase al lado de Pastora, era un modo de llamar la atención.
El 25 de Marzo de 1913, amaneció lloviendo, y la novillada se suspendió. Pero como nadie devolvió las entradas, la Empresa decidió celebrarla el viernes día 26.
Juan, sabía que aquella tarde había que jugárselo todo, y se lo jugó. A fuerza de arrimarse y de rozarse con los novillos consiguió el aplauso unánime del público. Por la noche en los cafés de la calle Alcalá y de la Puerta del Sol, la gente se ponía de pie, vitoreándole.
Don Modesto, el popular revistero de El Liberal no hacía las reseñas de las novilladas, las hacía Modestito que dijo : acabo de ver a Juan Belmonte. ¡ Con razón le llaman fenómeno ! ¡ Es un monstruo ese chico !
Quince días después volvió a torear Belmonte en Madrid.
Don Modesto, acudió, contra su costumbre a la Plaza.
Al día siguiente en su periódico sobra para juzgar la actuación de Belmonte : dijo que Belmonte era mucho mejor todavía que Lagartijo, Guerrita, Bomba y los Gallos.
A raíz de su triunfo en Madrid, comenzo Belmonte a frecuentar una tertulia de artistas que concurría al café de Fornos, y de la que formaban parte los escultores Sebastián Miranda y Julio Antonio, el pintor Romero de Torres y los escritores Enrique de Mesa, Pérez de Ayala y don Ramón del Valle Inclán. Por aquellos años existía entre los intelectuales una fuerte opinión antitaurina.
Belmonte con su arte revolucionario, acabó con los últimos reductos de tal opinión.
Los intelectuales comenzaron interesándose por Belmonte, y acabaron entusiasmándose con la fiesta.
Un día se organizó un homenaje a Belmonte en el Retiro.
Fue un éxito total, porque en torno al torero tomaron asiento don Ramón Valle- Inclán, Pérez de Ayala, Julio Antonio, Sebastián Miranda y otros ilustres escritores y artistas..... En la convocatoria del banquete se decía que el torero era una de las Bellas Artes.
Valle-Inclán en un momento dado llegó a decirle a Belmonte " no le falta más que morir en la Plaza ", la respuesta de Belmonte, fue genial " se hará lo que se pueda don Ramón.
Después de su segunda novillada en Madrid, Juan Belmonte tuvo que apartarse de los ruedos durante algún tiempo a causa de su precaria salud.
Pero tan pronto se recuperó volvió a los toros con más ganas que nunca. Toreo varias novilladas y el 16 de Septiembre de 1913 en Madrid, recibió la alternativa, era un jueves, con la plaza llena y los precios de las entradas por las nubes.
La corrida de Bañuelos, por desechar la anunciada de Guadalest.
En el paseíllo la gente chilla y aplaude. Los gritos para Belmonte. Las palmas para Machaquito.
Sale el primer Bañuelos, recula, pega un salto y sale de la estampida, el público se alza de sus asientos y protestan al presidente, que accede al cambio.
El segundo aún más manso, se asusta de los capotes y hasta de su sombra. La bronca es de órdago a lo grande. El pañuelo verde otra vez.
El tercer toro que sigue siendo el primero, surge a la arena. Negro.Pequeño. Sin divisa. Los gritos no cesan.
Belmonte le da unas verónicas muy buenas ; pero la gente sigue enfadada y así continua durante todo el tercio de varas.
Belmonte brinda el toro de la alternativa entre un gran abucheo. Su faena francamente buena, naturales, de pecho, molinetes. Dos veces entra a matar con no mucha decisión. Descabella a la primera.
Cuando se retira a la barrera se oyen algunos pitos.
El segundo de Belmonte el sexto era el undécimo toro de la tarde es pequeño, pues es de los desechados de Guadalest.
Pero es bravo, la gente se ha olvidado y de pie, ovacionan a Belmonte, verónicas inolvidables.
La faena de muleta fue corta, pincho varias veces y fue enganchado por una manga y le impidió rematar al toro, de lo que se encargó Machaquito.
Y esto fue lo que pasó en la alternativa de Belmonte.
Los periódicos decían : Belmonte resucita el pase natural, completamente olvidado, torea siempre muy cerca embebiendo en el trapo al enemigo.
Belmonte es un innovador, le cogen los toros todas las tardes, pero eso es Belmonte.
Ya era Juan Belmonte matador de toros. Y como de Mexico le habían ofrecido un buen contrato, hizo las maletas y en unión de don Daniel Herrera y de un hijo de don Natalio Rivas, tomó el tren, camino de París y el Havre.
Y allí embarcó en el trasatlántico alemán Imperator, con rumbo a Nueva York.
( Continuará... )




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