Recibe la Gran Cruz de Beneficencia, por su intervención en numerosas corridas y festivales benéficos.
Después de retirado volvió a torear en Ronda, en los años 72,74,75 y 77. Se despide de la corrida goyesca el 9 de septiembre de 1980, en un mano a mano con su yerno Paquirri.
Un amago de reaparición se produjo el 16 de agosto de 1981, se viste de luces en Palma de Mallorca, con Joaquín Bernardó y Manolo Cortés. Repite al día siguiente en Ciudad Real, tres toros de Carlos Núñez y tres del propio Antonio, para Manzanares y Niño de la Capea, esa fue la última corrida de su vida.
En el retiro de San Cayetano, la finca rondeña de Antonio, hay un hermoso brocal del siglo XIII, regalo del Ayuntamiento de Ronda, " Al maestro de maestros ", con una inscripción que dice :
Allí, bajo la sombra de los tilos, en el falso pozo, están guardadas las cenizas de Orson Welles. Que se había enamorado de Ronda.
Fue voluntad de la hija del genio, que así se le conocía a Welles, el que las cenizas de su padre reposasen en Ronda. Hizo la muchacha un peregrinaje desde Los Estados Unidos. Y en Sevilla contrajo matrimonio, apadrinada por Antonio Ordóñez, el gran amigo de su padre.
La hija de Orson Welles decía del torero : " Es para mí como un segundo padre ".
Los españoles, los aficionados estaban acostumbrados a verlo, desde sus localidades en la barrera.
Gregorio Corrochano definía : Antonio Ordóñez o la teoría del temple.
Temple es un vocablo del toreo que pone de acuerdo instintos y movimientos. Se templa en el toreo cuando se busca la armonía del movimiento del toro que acomete y de la mano que torea.. Temple en capote y muleta que se llevan al toro ; temple en el hombre que torea. Para torear hace falta ser muy templado. El temple depende del toro.
Para torear hay que acompasar el movimiento del brazo a la codicia y a los pies del toro, conservando las distancias, y así se le lleva donde se quiere y se rematan las suertes donde se debe ; eso es temple y eso es torear.
Todos los toros, por mansos que sean, ponen un empuje, una fuerza inicial en la arrancada. Lo difícil es aprovechar esa pequeña cantidad de esfuerzo para torear. Si hubiera algún torero de mano tan suave, de temple tan preciso que separara la muleta de la cara de los toros por milímetros, el toro más quedado pasaría. La mayor parte de los toros que no pasan es porque en su débil acometida, por falta de bravura o de poder, pierde el objeto por la violencia con que el lidiador les separa capote o muleta.Como modelo de temple puede quedar la faena al toro " Raspador " con el que empezó la feria sevillana. El toro tenía, más kilos de carne que de bravura ; en el último tercio en vez de acometer, andaba. Momento hubo en que el toro, cansado de andar, se paraba a la distancia de enganchar la muleta ; entonces Antonio Ordóñez sin mover la planta del pie, agitaba la muleta, el toro echaba a andar otra vez y Antonio daba el pase al paso del toro. La teoría del temple había cuajado en la muleta de Ordóñez. El temple, de lo que tanto se habla, no siempre con exactitud, se hizo presente en la Maestranza donde por primera vez se lo enseño Juan Belmonte al público.
Pero es que antes Antonio soltó el temple que traía envuelto en su capote con unas verónicas modelo de serenidad y maestría.
No sabría yo decir con qué toreó mejor Ordóñez esta tarde si con el capote o con la muleta ; ni estoy muy seguro si, una vez hecho el paseo, cambió Ordóñez la seda por el percal, porque los lances de capa la suavidad de la seda, no nos sosprendió porque el público sabe como hace el toreo Ordóñez.
En el toreo, todo lo que no es milagro, es trampa, dejó escrito José Bergamín en su arte de Birlibirloque. La trampa estaba en los montajes goyescos sin soporte espiritual ni histórico. Sólo en Ronda se produjo el milagro, el perfecto acorde entre escena y acción. Sólo en Ronda, y vestido al viejo estilo de los Romero se sintió Antonio Ordóñez centrado en su misterioso destino.
Dieciocho veces acudió a la llamada goyesca de Ronda. Sus compañeros de cartel pasan más o menos fugazmente. Sobre las corridas goyescas, el nombre de Antonio permanece como una constante en los carteles.
Con tal intensidad sentía Antonio la llamada de Ronda que, aun retirado, viste las galas goyescas. Así en el año 64, como preludio de su glorioso retorno. Así a partir del año 72, en que - como única corrida anual - vuelve siempre a la cita de esos festejos.
Son corridas para las que se entrena intensamente y mata toros a puesta cerrada. Hasta que un día, el milagro se rompe. Y cuando toreaba preparándose para una reaparición, un toro de Urquijo, con el que se probaba en Estepona, le produce la lesión irreversible que da fin a su carrera de torero prodigioso.
Pero no a su leyenda. Su nombre sigue unido a Ronda y a las corridas Goyescas, de las que fue espirítu animador y héroe máximo. Dentro de la tauromaquia de Antonio Ordóñez, la verónica, era la preferida por él y por los aficionados.
José Carlos Arévalo le pregunta un día :
- ¿ Que toreros recuerdas ?
Cagancho era insuperable con el capote. El día en que Pepe Luis y Antonio debutaron en México, torearon con Cagancho. A su primero lo recibio con unos lances que les dejo asustados. Pepe Luis le dijo en el burladero : Antonio vamos a tener que hacer las maletas y marcharnos de aquí.
Pero Antonio con el capote era único. El cuerpo, en leve giro, aún casi conserva la posición inicial de los pies al hacer el quite. El pie izquierdo mostraba con claridad que éste se ha hecho de frente, dando el pecho, un poco sesgado el cuerpo, como se deben tomar los toros. Las piernas, separadas un corto paso y adelantada con levedad la del lado por donde se torea ; es decir, saliendo al encuentro del toro.
Antonio, recogía los toros echando línea, la pierna del lado por donde toreaba, en ángulo recto. El pie, casi hundido en la arena como afirmación de dominio. El compás abierto, pero sólo en la medida en que una flexión de piernas haga recobrar su estabilidad normal a la figura. El pie izquierdo indicaba que se citó de verdad.
Pero lo importante era el ritmo del capote, siempre de frente a la cara del toro ; para que quiera coger y no coja, para que quiera enganchar y no enganche.
Hay una cosa que no olvido de Antonio Ordóñez :
Ese modo de irse del toro, para eso no hay tauromaquia que dicte regla precisa, porque las inspiración se burla de normas, rompe moldes, es llamarada que brilla durante la brevedad de un segundo en la imaginación, y se realiza con instintivos, muy hondos, muy toreros.
Ese modo de irse Antonio, llevándose con el crujido de la fiera el crujir de gozo del tendido, no puede ser ensayado, para explicarlo, habría que profundizar en el estudio de la vena gitana de su estirpe y de su sangre.
Por último, me quedo con la tauromaquia que Antonio Ordóñez esculpió en los ruedos - con firme y sensible mano de artista.
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