No quiso ajustar más corridas en la temporada de 1911. Toreó cuarenta y una, a siete, seis y cinco mil pesetas que eran los precios máximos, y le quedaban dos, los días 24 y 31 de septiembre. Apenas descansaron en la casa de Alfonso XII, 30, de Sevilla, en la que vivía su madre y las dos hermanas de Manuel.
Carmelita su mujer no quiso quedarse en Sevilla, ni aguardar en Madrid en casa de sus padres.
-- Yo quiero ir contigo........
-- No puede ser. Tú no supones lo duro que será para los dos que me veas vestir de torero y despedirnos para ir a la plaza. Quédate aquí o allí, puesto que son dos corridas nada más.
-- Quiero ir contigo.
-- Te va a pesar mucho ir a Lorca y, además te voy a llamar " lorquina " toda la vida.
-- Voy y voy.
Y fueron.
Familias de Lorca la atendieron. Al llegar el momento de vestirse, fue a otra habitación y desde la de Manuel oíanse los sollozos. Es difícil ajustarse así el traje de luces.
Se lidiaron toros de Anastasio Martín, actuando con " Cocherito de Bilbao ". Cortó dos orejas y el mozo de espadas las guardó en el esportón. Cuando ella apareció en la puerta del hotel, Manuel, las arrojó a sus pies y se abrazaron. Ella tenía los ojos irritados y dolientes.
-- ¿ Manuel le dijo ?
-- ¿ Quieres venir a Burdeos ?
-- Si.
-- Sea como mandes.
Era la última corrida de 1911, tuvo un éxito muy grande y en hombros le llevaron al hotel. Al dar la vuelta al ruedo lo hizo con una ramo de flores y el sombrero de una " demoiselle " entusiasmada. Indiscreto fotógrafo le retrato con él puesto y mandó la fotografía suficientemente ampliada. Fueron éstas las primeras lágrimas de la mujer por celos.
Volvieron a Sevilla. Era llegado el momento de cumplir la promesa.
-- Yo, Carmelita, prometí a la Virgen de los Milagros, patrona de Bienvenida, mi pueblo, llevarle una pierna de plata si curaba la mía y hacer el viaje a pie desde Sevilla.
--Iremos juntos.
-- Larga es la senda y pocas las comodidades.
-- Mi senda es tan larga como la tuya.
Para ello compró un coche de caballos y un caballo fuerte y tranquilo. Las primeras leguas las anduvo deprisa. Luego comenzaron a hincharse los pies.
Carmen le cuidaba al borde de las cunetas, lavó las heridas en los pueblos, velando el sueño del caminante agotado. La penosísima marcha terminó al fín y puso Bienvenida ante la imagen la enorme pierna de plata ofrecida. Celebraron una Misa en su altar, ante todo el pueblo y vendió el coche y el caballo. Retornaron a Sevilla en tren. Al abrir el balcón. bajo el incomparable cielo al que apunta la Giralda, le pareció que todo había cambiado dentro y fuera de él.
Visitó los pueblecitos cercanos a Sevilla y en Dos Hermanas encontraron una casa preciosa, tan andaluza que crujía en cal y encanto.
Compró Manuel a Carmen una escopeta de pequeño calibre y todas las mañanas salían a pasear y pasábanse el día cazando. Los propietarios de cotos cercanos dieron permiso a Manuel para correr sus tierras.
Feliz el invierno y lo hubiera sido más sin la terrible aventura que les ocurrió un mal día. Salieron a cazar y entraron en un cercado en el célebre cortijo de Miura " El Cuarto ", cuando iban muy cogidos del brazo, con los avíos de la caza al hombro, un hermoso toro que estaba echado se levantó a pocos metros de ellos, mugiendo a todo pulmón. Y aquel toro aislado sin duda porque otros le habían castigado, era un gran peligro. Comenzó a andar muy lentamente y Carmen se aferró al brazo derecho de Manuel, convulsa, chillando desesperada. La pobre temblaba tápandose la cara, ocultándose detrás del cuerpo del marido.
-- Suéltame, Carmen, suéltame.........
Llevaba el chaquetón de invierno abrochado y estaba cargado con las escopetas. Paso a paso venía el toro, fijo en ellos, airoso, desafiante.
-- ¡ Suelta !
No le obedecía, no podía obedecerle. Su inteligencia se nublo por el horror y tuvo que tirarla violentamente al suelo, hacerle daño, y quitarse el chaquetón arrancándole los botones en un impulso de energía. Cargó la escopeta y arrodillándose al lado de su mujer esperó a que el toro metiera la cabeza para hacer el doble disparo.
El toro se detuvo a unos cinco metros de la pareja, se puso a escarbar ; los momentos parecían inmensos, terribles.
Reculó el animal y aprovechando su duda, se agachó Manuel como si fuera a coger una piedra del suelo, gritándole :
-- ¡ Fuera ! Toro..... ¡ toro !
Era lo que habría hecho un vaquero y el toro hizo lo que estaba acostumbrado a hacer, dar la vuelta y trotar en otra dirección.
Carmelita no podía levantarse. Era una masa inmóvil.
Fueron a toda velocidad en un coche de caballos en busca de un médico.
Tres días tardó en recuperarse y no quiso ver más una escopeta, ni salir de la carretera, ni aproximarse a un olivo.
Dos meses antes de comenzar la temporada 1912, decidió ir a Salamanca a la ganadería de los Pérez Tabernero.
En las entrañas de su mujer palpitaba el primer hijo.
Empezó la temporada en Madrid, tuvo petición de oreja. El éxito en provincias fue también grande y firmó cincuenta y seis corridas en pocos días. Volvió a Madrid en la corrida de los " Manueles " por esa coincidencia de nombres.
El día 12 de mayo de 1912, torea con Joselito y Mazantinito, el sexto toro le alcanzó dándole una cornada de dieciocho centrímetro en el muslo izquierdo, con tres trayectorias y sobre la anterior herida. Largo tiempo en el pitón estuvo Bienvenida.
Carmelita, en Sevilla. En una camilla le llevaron a Sevilla cuando fue posible. Todo se malograba. El sino truncó por segunda vez la ascensión y de nuevo era un invalido.
En cama estuvo 48 días, con un solo mes de convalecencia, porque no le era posible pasar más tiempo sin trabajo y sin dinero. Tenía a su cargo cuatro casas : la de su madre y hermanas, la de los suegros, la de su hermano Pepe y la suya. Era necesario un montón de billetes para que todos vivieran decentemente. Manuel, a quien gustó gastar y hacer las cosas bien y no tenía un céntimo ahorrado.
Había que torear, y con la herida abierta marchó a Pamplona. El primer toro le enganchó por la pierna herida al darle un muletazo, pegándole sobre la mal cerrada cicatriz y sacando las gasas que la taponaban. La Empresa de Pamplona disputó los honorarios diciendo que había salido herido ya.
Estaba sin gusto para la lucha, había perdido el " sitio ".
Unicamente le sostuvo en la brecha su necesidad, y por necesidad marchó a México.
( Continuará )
" Viajero " de Trespalacios, destroza la pierna izquierda de Manuel Bienvenida " El Papa Negro ", con su tremendo pitón.
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