Ayer presenciamos la tercera y última novillada de San Isidro 2014.
Por las mismas han desfilado novilleros con mucho bagaje lo principal del escalafón como Román, Posada de Maravillas, Gonzalo Caballero, José Garrido, Lama de Góngora, Francisco José Espada y Mario Diéguez que era el menos placeado.
De siempre he sentido y siento una gran admiración por los novilleros y he tratado de aportarles en mis treinta años de ganadero, los medios a mi alcance, como eran los tentaderos, que si bien es verdad que a todos los ganaderos nos gusta realizarlos con matadores especializados, pero en mi caso siempre me volqué a favor de celebrar los mismos con las Escuelas de Tauromaquia, en Encina Hermosa se realizaron la selección de los actuantes en la Oportunidad de Vistalegre, por tentaderos pasaron Gonzalo Caballero y Mario Diéguez, de los que han actuado en San Isidro 2014.
Pero al juzgar a los novilleros se suele caer en la benevolencia, en la sensiblería, de que están empezando, que son novilleros. Pero no podemos olvidarnos que la benevolencia es peligrosa en cualquier profesión que nace, y sobre todo en la de torero mucho más : tengan en cuenta que el novillero tiene una edad tan crítica que si después no cuaja en el toreo, ¿ a qué se dedica ?
Por eso al novillero - hay que decirle lo que está bien y lo que está mal, no engañarle con promesas que en la mayoría de los casos no se cumplen, y no hacerlo a modo de censura pero si el de advertencia, no hacerlo significa crearle una confusión muy perjudicial que puede equivocar y torcer una vocación.
La faena de muleta nunca se debe de olvidar que además de su interés artístico, tiene una finalidad técnica, los novillero vienen a Madrid pensando que van a torear de salón, y traen una faena super concebida, que al salir el novillo al ruedo se disipa y todo queda en aguas de borrajas, al olvidar lo principal, la lidia.
Para ser torero son necesarias muchisimas cosas, es necesario querer, y sobre todo poder, después viene enormes dosis de ilusión, grandes deseos de superación, y tantas y tantas cosas más, que en eso estriba la grandeza y la gran dificultad de llegar a ser figura del toreo.
Que gran suerte la de Francisco José Espada en la novillada del 19 de mayo, con el 4º novillo del Montecillo, " Ilustrado " de nombre y herrado con el nº 13, novillo excepcional y con el que estuvo el novillero en torero.
Los novilleros son los estudiantes del toreo, a los estudiantes desde el principio hay que enseñarles a estudiar, a los novilleros hay que enseñarles muchisimas cosas : desde torear de salón, torear a las becerras y los añojos, pero sus profesores, sus apoderados tienen que vigilar la lidia, al picador que realice la suerte de varas que convenga al novillo, etc, etc.
Las tres novilladas han tenido, salvo el novillo mencionado, muchas dificultades, aspereza y si encima añadimos las molestias del viento que se apunta todas las tardes para presenciar los festejos de Las Ventas.
Pero novilleros si los novillos tienen dificultades, tienen incertidumbre, lo de menos es " ponerse bonito " : No es bonito aplicar la lidia y dar los pases necesarios, pero eso es el fundamento de la tauromaquia.
Para conseguir ligar las faenas hay que torear con mucho temple. La mayor parte de los enganchones de la tarde de ayer y los desarmes se hubieran suprimido aplicando el temple, y el tener que enmendarse, todo eso es debido a que falta el temple. Cuando la suerte no se carga, ni se remata en su sitio, es inevitable la enmienda, y al enmendarse, los pases son sueltos, no se ligan, porque cada pase es el comienzo de una faena que el novillero traía aprendida de antemano pero sin pensar para nada en el encaste con el que estaba anunciado en Las Ventas, esa faena que no se sigue, que se interrumpe, porque no se lleva al novillo toreado hasta donde debe ir, no derrota donde debe derrotar y la faena, aun sin querer, se corta.
Cuando los novillos torean a los novilleros, cuando no se acoplan, cuando no se entienden, es que tienen temple distinto, y permitirme el consejo del temple de Juan Belmonte. Todo el toreo de la vida de Juan Belmonte estuvo tejido con temple. Belmonte prodigó en tantos toros, y de una manera tan visible, que el temple se hizo muy palpable, y fue posible hacer pasar toros que antes de él no pasaban.
Hay que tener mucho temple en la mano ; mucho temple en el ánimo. Para torear hay que ser excesivamente templado.
Todos los novillos, por mansos que sean, tienen un empuje, una fuerza inicial, en la arrancada, todos los novillos embisten algo. Eso sí, lo difícil es aprovechar " ese algo " y dar el pase.
El toreo como todos sabemos tiene una finalidad, dominar al oponente. Y al novillo no se le domina nada más que cuando la muleta tiene mando en la mano del novillero.
Hemos visto novillos con muchos matices, unos que pasaban con facilidad y otros que pasaban obligados.
No es lo mismo " pasar ", " obligar a pasar ", " hacer pasar ", que " ver pasar ".
En los novillos " obligados a pasar " requiere por parte del novillero más técnica, más calidad y sobre todo más riesgo.
En el campo con las becerras se aprende a conocer las embestidas, la lidia, tan fundamental y tal olvidada en la plaza, dos conocimientos tan fundamentales sin los cuales no se puede ser torero. Con las becerras se ejercita todo, en la plaza es muy distinto, con la becerra mala se aprende mucho, pero también existen novilleros que con el más mínimo pretexto se quedan en el burladero alegando que se vicia su estilo toreando a esa clase de becerras, pero en la plaza también salen los novillos con dificultades como hemos podido comprobar en estas tres novilladas, y ante ellos hay que ponerse en torero, tener en cuenta que teneís la alternativa a la vuelta de la esquina y ¿ que os espera entonces ?, alternar con matadores de toros y torear al cinqueño que en estos momentos es lo que se lleva.
Y por último no se puede confundir el ponerse " bonito " con aplicar la técnica en las faenas, con ella se obtiene una faena llena de belleza y donde todo es grandioso si el novillo es toro y el novillero un hombre, dando pases envueltos en calidad y con el sello de su personalidad.
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