En la Historia Taurina de Madrid hay sucesos y costumbres que por olvidados resultan ya casi totalmente desconocidos para la mayoría de los aficionados.
En Madrid fueron famosos los Prados del Puente, o el Batan de aquellos tiempos, propiedad del Duque de Tovar, que llevaba en renta la empresa de Madrid, la cual cuidaba a los toros que allí estaban con tanta esplendidez, que ello sirvió para que el buen humor de los madrileños pusiese a esta posesión el nombre de " Jarama Palace ".
Les hablo de los años 1912.
Para una corrida que se celebraba en domingo, los toros echaban a andar en las primeras horas de la mañana del viernes.
Como en Colmenar Viejo la propiedad estaba tan dividida, cada ganadero tenía, entre propias y arrendadas, muchas fincas, por lo cual previamente la corrida de Madrid se había situado en los prados más próximos a la raya del termino de San Agustín, a fín de irles poniendo en camino. A las ocho de la mañana se abría solemnemente el portillo y los seis toros, con trece bueyes, dos vaqueros a caballo y dos cabestreros de a pie, pisaban la calleja, que desembocaría pronto en una cañada importante, la cual marchaba coqueteando con el curso del Jarama.
En uno de sus sotos, a la hora aparente, sesteaba el personal y el ganado para hacer un regate a la canícula. Con todo y con eso, hacia las seis de la tarde hacían su entrada plácidamente en los famosos Prados del Puente. Los toros, perdidas las querencias, no daban guerra más que muy raramente.
El sabado por la mañana íba la Empresa, o , por lo menos don Manuel Retana, a ver con impaciencia el genero enviado. Algunos aficionados con medios propios de locomoción, que entonces no abundaban, se trasladaban allí a primeras horas de la tarde del sabado.
Los Prados del Puente distaban de la Puerta del Sol unos veinte kilómetros.
Por las Prados pasaban los toreros de antes, más que los de ahora lo hacían por el Batán. " Pepe- Hillo, " Frascuelo ", Joselito.
El 3 de julio de 1914 Joselito toreó seis toros como único espada en la plaza de la carretera de Aragón qué registró un llenazo.
Joselito, le dice a don Julián Fernández, propietario que fué de la vacada de " Martínez "
- Don Julián, quiero encerrarme en Madrid con seis toros. No quiero que sean andaluces para que la gente no diga que hago " copo ".
- Muy bien, José y ¿ que quieres que yo haga ?
- Pues casí " ná ". Que quiero que los toros sean suyos. De manera que prepare usted un lote entre los toros de saca, y a mi vuelta de Algeciras les echamos un vistazo.
- ¡ Ah ! , don Julián, y no olvide echarles doble ración de grano, que ya sabe usted que a mí me gusta que los toros tengan fuerza, cuanta más fuerza ¡ mejó !
A los pocos días se presento Joselito en Colmenar Viejo y en compañia de don Julián y unos cuantos amigos recorrieron todos los cercados para buscar los seis toros, ¡ " seis buenos mozos " !, no fueran a decir los madrileños que se encerraba con ¡ " seis monas " !
Don Julián le indicaba los ejemplares que mejor nota tenían. José no respondía, adelantaba su caballo y comenzaba a darle vueltas al toro. Ni un solo detalle se le iba, y a todos les encontraba algún defecto.
Don Julián, el toro es muy bonito, pero me parece algo cornicorto. Este está muy bien, pero tiene pocos " riñones " . Este.........
Y así pasaron la mañana entera hasta que por fín se eligieron, no seis, sino ocho, los seis que al final indicó don Julián y dos en que se había empeñado Joselito.
Así era Joselito. Su afición no tenía límites, disfrutaba cerca del toro y eligiendo los que él había de matar.
A la vuelta de la elección del ganado, José buscó asiento en el comedor de la casa, y allí con satisfacción e infantil sonrisa, dió buena cuenta del yantar preparado al efecto, y , después, las " glorias ", las famosas " glorias " de Colmenar.
Los toros de aquella corrida estuvieron expuestos en los Prados del Puente.
La tade fué apoteósica para José. Cortó las orejas a " Coralino " y a " Presumido " cuarto y sexto toro de la tarde. La lidia de " Presumido " fué un verdadero primor. En este toro estuvo José solo en el ruedo, retiró a toda su cuadrilla y solamente le ayudo su peón de confianza Blanquet. En el tercio de banderillas hizó saltar a Blanquet. Después de colocar dos pares de banderillas le ofreció el tercero a su peón, y , quitándole el capote de las manos, le dijo :
- Blanquet, ¿ dónde quieres que te ponga el toro ?
- En donde tú me lo pongas, José, estará bien.
El ferrocarril cruzaba las llanísimas praderas de los Prados del Puente, en alto terraplén, bajo el cual fluía el importante rio, todavía caudaloso en aquellas fechas. Los viajeros solían agolparse a las ventanillas para ver cómo tres o cuatro toros cambiaban de orilla nadando perezosamente.
El sabado poco antes de la postura de sol. El tropel se ponía en camino atravesando el Puente, y luego se perdían entre recodos y caminos.
Los carpinteros cortaban la calle diez minutos antes de la llegada de los toros a la plaza.
Enseguida se percibía el galope de los caballos de la Guarcia Civil que venían despejando la carrera. A los pocos minutos el ruido de los cencerros y un grito de ¡ Cierra ! ¡ Luz !
Los lunes, bien de mañana, los vaqueros regresaban a los Prados del Puente, con el cabestraje.
Los ganaderos del terreno eran, pues, los que se servían de Los Prados del Puente asiduamente.
Los forasteros los utilizaban en menos ocasiones, pues si alguna corrida no venía preparada para lidiarla se la enviaba al " Jarame Palace ", donde estaba meses y aun todo el invierno, sujeta a buenos cuidados. Por eso era una buena norma de conducta en la Empresa madrileña estar muy bien con los ganaderos de la tierra especialmente con los de Colmenar, porque podían sacar a la empresa de un apuro momentáneo.
Una corrida de Andalucia, desde que salían de la dehesa echaban varios días al no tener camiones para el transporte de los toros.
La ventaja de los Prados del Puente, gracias a las vías pecuarias que se tendían como un puentre entre el campo y la Plaza, conseguín que los toros saliesen al ruedo " sin partirse un pelo ", en una absoluta virginidad para la lidia, sin haber sufrido encajonamiento y el desencajonamiento, sin que nadie hubiera osado ponerles la mano encima ni arrimarse a ellos desde el día en que se les sacó agarrados del corral de herrar cuatro o cinco años antes.
¡ Pero los encierros, como tantas cosas, se fueron con la Plaza Vieja !
En 1950 los aficionados madrileños tuvieron la inaguración de la famosa Venta del Batán, pero con los años y entre unas cosas y otras " se fué " como en su día se fueron los Prados del Puente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario