Noviembre siempre fué el mes por excelencia para la celebración de los veintinueve herraderos, que se realizaron en Encina Hermosa.
Este noviembre de 2013 será el segundo año que no tengamos herradero, y lo cuento con cierta nostalgia, sobre todo por lo acostumbrado que estaba a ellos.
Hoy les voy a relatar lo sucedido en el herradero de 1991.
Desde las siete de la mañana todo el personal se movilizaba a fondo en torno a los preparativos para la celebración del mismo, encender el fuego, preparar los hierros, apartar el ganado, etc.
A las ocho una vez llegaron unos amigos de Madrid, nos dirigíamos hacía la plaza de tientas lugar donde se celebraría el herradero.
Teníamos que recorrer unos cuatro kilómetros, en la mañana fría, un soplo grís de nieblina emergía sobre Encina Hermosa.
Al pasar el coche frente a una laguna el hocico de un toro tocó el agua, rizándola con ondas que brillaban como si fuera una tela de araña movida por el viento.
Uno de los toros levantó la cabeza para bramar a la niebla, al viento, a sus hermanos, y a las vacas bastante distantes.
La dehesa conoce esa llamada desde muchos años atrás.
No lejos, sobre un nido de ramas secas, un espulgabuey permanecía echado. Con los ojos cerrados, ondulaba la cabeza soñolienta mientras sus crías bullían bajo ella. La cabeza rosada de una cría se bamboleó bajo la escasa luz de la niebla. Nerviosamente empujaba con las patas.
Cerca del nido presenciamos como a nuestro paso alzaba el vuelo una cigüeña negra.
Un toro se levantó desperezándose. Sus pesados músculos se ondularon y hundieron bajo la polvorienta piel.
Llegamos y durante el camino escuchamos unos pasodobles del Maestro Tejera, Aroche, Jabugo y alguno más. Todo estaba preparado a falta de la llegada del Veterinarío para empezar.
Teníamos por costumbre, al concluir de herrar unos treinta becerros, hacer un breve alto en la faena para tomar un refrigerio y echar un trago. Mientras lo tomabamos comentamos lo fría que estaba la mañana y la niebla que no acababa de levantar.
Abriendo una botella de rioja . ¿ les pregunte al grupo compuesto por unas quince personas ?
- Tampoco a venido este año Ramírez, ya son dos los años que falta.
El último año que recuerdo estuvo fué en 1989, a mí me dijo que el herradero no le interesaba : que es cosa de chicos, aclaraba Pedro.
- Pero Miguel añadió, tiene que haber alguna razón de por medio, pues siempre asistíó y me consta que le encantaba.
Pero al escucharlo Dionisio, aclaró :
Me parece que ya dí con el busilis de la cuestión.
No se acuerdan lo que le ocurrió el último año, fué un lance muy chusco, lo recuerdo con toda clase de detalles, y al contarlo ustedes lo recordaran también.
Era una mañana fría, y como él nunca se ponía del todo la pelliza, sino que se la echaba sobre los hombros, se había quedao en el burladero de la umbría mientras se apartaban los machos de las hembras, lo que se dice pasmaíto, por lo cual se vino y se colocó junto al fuego, casí pegado al corral y sin defensa alguna. El mayoral le advirtió : " Tenga cuidado Ramírez que en este sitio va a cobrar usted cuando menos lo espere ".
Pero él contesto con sus chanzas de siempre : " No tengo miedo a los becerros que puedan venír, si acaso a los pisotones que puedan dar esos bárbaros " . Cuando faltaban cinco becerros por herrar salió del cajón a gran velocidad un " machito " de nombre " Bonarillo ", muy serio y cuajadito, cuando llevaba unos veinte metros se volvió de pronto hacía el grupo de personas sobre el cajón y muy enfurruchao se le quedó mirando a Ramírez que estaba más quieto que don Tancredo, se le arrancó y le puso la testuz en la tripa. El le echo mano a los pitones, pero el becerro se creció y apretó con fuerzas restregándole la espalda por la pared, le hizo subír más de medio metro. Después reculó, y Ramírez pudo poner de nuevo los pies en el suelo. Pero " Bonarillo " volvió a la carga y se repitió la movición, hasta que un joven que asistía al mismo con buenas piernas le tiró del rabo y salió corriendo con " Bonarillo " pisándole los talones.
¿ Se pueden figurar la escena ? ¡ Todos estabamos muertos de risa ! ¡ Aquello fue un verdadero coliseísmo !
El señor Ramírez nos miraba y se reía también, pero un poco por lo bajines.
Una vez que vió a " Bonarillo " muy lejos preguntó todo risueño
- ¿ Como se llama el becerrote ?
- " Bonarillo "........... - " Bonarillo "........
- ¡ Maldita sea su estampa ! ¡ Ojala el día que lo lidian caiga rodado sin puntilla !
Nos decía Dionisio al narrarlo : - Parece que estoy viendo como lo zarandeaba.
Los que estuvimos en aquel herradero nos acordamos perfectamente de la peripecia de Ramírez y no tuvimos más remedio que seguír la faena, pero para todos quedo claro el motivo de la ausencia, por segundo año consecutivo.
El herradero continuaba y a las dos de la tarde la niebla levantó y quedó un día esplendido.
Cuando quedaban un par de machos les ordené sacaran una numeración de hierros del fuego al estar casí terminando. Pasó el último becerro al cajón de herrar con el gran estrépito que se organiza hasta que consiguen poner las cadenas que lo sujetan y fijarle la cabeza.
Una vez colocados los hierros con el número de orden, el guarismo del año, el hierro de la Asociación, las vacuna y la señal en las orejas se procedió a sacar del cajón al último becerro dando la faena por concluida.
El reloj marcaba las cuatro de la tarde y nos fuimos corriendo a comer, pues los estomagos lo estaban pidiendo a gritos.
" Bonarillo " se lidió en un festival del Cotolengo, en Albacete junto a seis de sus hermanos.
En cuanto tuve conocimiento del mismo llamé a Ramírez para invitarle al festival.
Me contesto textualmente :
- No quiero saber nada ni de festivales, ni de " Bonarillos ", ni de " Coquillas ".
Después del incidente del herradero me tuvo varios meses en rehabilitación por los golpes recibidos.
El festival fué un éxito, se repartiron nueve orejas, mientras dos novillos entre ellos " Bonarillo " y
" Pitillo " debieron recibir los honores de la vuelta al ruedo, según indicó La Tribuna, de Albacete, en su edición del día 2 de mayo de 1992, que conservo.
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