Durante las temporadas 1925, 1926 y 1927, Belmonte continuó su lucha con los toros.... El público, sin embargo, mostraba al diestro cierta hostilidad. Muy pocos creían que Juan toreaba porque la afición no le dejaba apartarse de los ruedos. Al finalizar la temporada de 1927, Juan resultó cogido en Barcelona. Fue un cornalón grande en el muslo, y Belmonte se pasó en la clínica una buena temporada.
Cuando salió, los íntimos volvieron a pedirle que se retirase. Y Juan que no quería contrariar más a su mujer y sus hijas, se apartó de los toros.
El tiempo fue volando sobre La Capitana y sus moradores.
Juan se sentía contento en aquel ambiente campero entre las preocupaciones de la cosecha y los cuidados de su ganadería. Porque Belmonte tenía ya ganado bravo desde hacía algún tiempo.
Cuando en 1921, Belmonte decidió, después de la triunfal temporada en Lima, retirarse de la fiesta, se fue a vivir a La Capitana, a gozar del bienestar que había conseguido en diez años de toreo. Juan se hizo el propósito de huir de todos los recuerdos taurinos.
El, que nunca, había transigido con exteriorizaciones castizas que había sido uno de los primeros en usar coleta postiza, que prefería el " flexible " al sombrero de ala ancha, acentuó por entonces su indumentaria de señorito.
En la ciudad iba con " trinchera " y pipa.
En el campo desterró los zahones e impuso los " breeches ".
A Juan rara vez se le veía en los toros. En cambio, comenzó a frecuentar el fútbol, el cine, el bar.
Pero la verdad es que la procesión iba por dentro, y que Belmonte, por mucho que hacía, no se olvidaba de su vieja afición. A sus amigos les contaba que se pasaba las tardes dando vueltas por el cortijo, sin pensar en otra cosa que volver a los toros.
Fue entonces cuando un amigo de México le encomendó la compra de una punta de ganado bravo. Cuando ya Belmonte había adquirido las reses, dificultades, de índole diversa, demoraron más de la cuenta el embarque de la vacada.
Juan arrendó una dehesa en plena serranía de Ronda, y llevo el ganado a pastar allí. Fue así como provisionalmente quedó convertido en ganadero.
Con la garrocha al hombro, corriendo detrás de los torillos, Belmonte encontró en este deporte tan español un sustitutivo del toreo. Desde luego, este oficio era, para él mejor que el de simple labrador. Cuando por fin embarcó las reses de su amigo, ya Belmonte se había aficionado demasiado a la ganadería. Y se hizo definitivamente ganadero.
Las perturbaciones sociales y políticas que trajeron consigo la Dictadura del general Primo de Rivera, repercutieron bien pronto en el campo de Andalucía.
Realmente, él no tenía ninguna significación política, y hasta puede decirse que gozaba de cierto prestigio a los ojos de aquellos perturbadores. Al fín y al cabo Belmonte había ganado su dinero con exposición indudable de su vida, no la había heredado, y además su figura gozaba de una aureola popular y simpática.
Sin embargo, su finca no fue respetada. Comenzaron los robos de aceituna, los hurtos de ganado y las amenazas.
Un día estaba Juan en Quintillo, la finca de Anastasio Martín, cuando fijó su vista en un reguero de gente que iba y venía por un camino próximo.
¿ Qué pasa ? preguntó.
Son gente que vienen a llevarse la aceituna.
Pero si todavía no ha empezado la recolección.
Y a ellos que les importaba eso. Vienen sencillamente a llevárselas por las buenas o por las malas.
¿ Y qué hacen con la aceituna robada ?
La venden...... Mejor dicho, la malvenden en las tabernas del pueblo. Como es robada, no les dan más que quince céntimos por kilo.
¿ Y cuánto piden al dueño por hacer la recolección ?
A real el kilo.
Pues puede hacerse un buen negocio, argumento Juan, si se le compra a veinte céntimos.
Ellos se ganan cinco por kilo y nosotros nos ahorramos otros cinco.
Las palabras de Belmonte saltaron a la Prensa de toda España. Fuera de nuestras fronteras se comento también.
Para colmo de desdichas, por aquellos días la mujer de Juan hubo de marchar a Suiza para reponer su salud.
Cuando se supo los Sindicatos metieron baza en el asunto. Porque " aquello " era un lujo intolerable.
Uno de los colonos de Belmonte le citó un dia a juicio para revisión de renta.
Lo único que aquel alegó contra Juan fue precisamente eso, que debía rebajarle el precio de la venta. Estaba tirando el dinero alegremente en Suiza.
Fue una época de incomprensión que aspiraba a ahogar al fenómeno trianero.
Era la lucha del ambiente, que siempre intenta hundir al que se coloca arriba. Sin importarle a nadie cómo consiguió llegar hasta allí.
A finales de 1933 estaba Belmonte en Suiza con su familia, Eduardo Pagés con quien Juan había continuado en contacto, pese a su ausencia de los ruedos, le pidió un día que fuera a París a verle.
El popularísimo empresario catalán, se hallaba por aquel entonces en un grave trance, a consecuencia del pleito que mantenía con los ganaderos.
Belmonte conocía bien la situación en que se encontraba su amigo, acudió a la entrevista dispuesto a complacerle. Sabía que Pagés iba a pedirle que volviera a los toros.Y fue a París.
Esta vez la ciudad no le acogió como en aquellos años de su primera juventud cuando su sombrero de ala ancha triunfó por unas horas en el bulevar de los italianos.
París vivía aquellos días jornadas de intranquilidad,.
La Policía había tenido que cargar contra la multitud en la Plaza de la Concordia, y Juan Belmonte, que se encontró por casualidad, metido en medio del jaleo, pensó que no había mucha diferencia entre aquellos sucesos y las huelgas y conflictos que padecía Andalucía, desde la proclamación de la República.
Belmonte, dejo París pocos días después y se fue a su cortijo de Utrera a entrenarse. Una vez más comprendió que era aquello, la lucha con los toros, el más caro aliciente de su vida.
El había nacido para ser torero.
Con la afición de un chaval, dio comienzo a su preparación toreando becerras. Al mes andaba ante los toros con la seguridad de los mejores tiempos.
La gente sin embargo, no creía que Belmonte, a los 40 años, volviera a la fiesta con tanta ilusión. Lo que no fue obstáculo para que la afición del Mediodía de Francia, y de muchas regiones fronterizas acudieran a la plaza de Nimes para asistir a la reaparición de Belmonte. ( Continuará... )
Les sigo mostrando fotografías de los Cursos de Aficionados Prácticos de Encina Hermosa.
Muy agradecido Mariano por las fotografías, desde luego la vida de Juan Belmonte debería ser una asignatura para los jóvenes aficionados y también para los "viejos", siempre que pone una entrada de él rememoro las cosas que me contaba mí padre de belmonte y Joselito.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Juan :
ResponderEliminarEs de justicia poner las fotografías para que los aficionados prácticos puedan comprobar el arrimón que se dió con una erala de respeto, y sobre todo la calidad de los pases.
La vida de Juan Belmonte la consideré siempre tan interesante que no podía faltar en el blog, y la verdad creo la están siguiendo con atención muchos buenos aficionados.
Un cordial saludo y muchas gracias por su comentario.