( Continuación del Capítulo II de Juan Belmonte).
Calderón seguía repitiendo en todas partes que tenía en sus manos un futuro astro de la torería. Algunas veces llevaba a Juan con él a las tertulias de sus amigos y lo presentaba con frases que al muchacho se le antojaban excesivas. En una de estas reuniones conoció Juan a Don Daniel y Don Francisco Herrera, que tanto habían de ayudarle después en los momentos más difíciles de su carrera.
Juan consiguió otro contrato de estas tertulias. Iba a inaugurarse una Plaza en el pueblo de Arahal, y para tal solemnidad se lidiaría una corrida mixta, cuatro becerros de capea y dos novillos que habría de matar Juan.
Los novillos de Pérez de la Concha, encaste Santa Coloma, embistieron bien. En el primero Juan se hizo aplaudir con la capa ; pero apenas había iniciado la faena de muleta, el animal en un derrote, le partió la ceja.
Casi ciego por la sangre que le cubría el rostro Juan se perfiló para matar, y con gran desprecio se fue tras el estoque, tan acertadamente, que el novillo rodó sin puntilla.
Lo llevaron a una enfermería improvisada y después de lavarle la herida con gaseosa le dieron varios puntos con una aguja de coser sacos. Por último le vendaron la cabeza y salio a entenderselas con el segundo novillo en tal estado de inferioridad, que a punto estuvo de dejarselo vivo en el redondel a su enemigo. De todas formas, quedo como un valiente, y volvió a Sevilla satisfecho.
Aquella noche era la "vela" de Santa Ana, Juan se tuvo por el hombre más importante de Triana.
Poco después toreó Belmonte en Guareña. Fue también una corrida accidentada. Los novillos pesaban más de trescientos kilos y naturalmente Calderón que acompañaba, hizo lo posible para que se suspendiera el festejo. Pero no tuvo más remedio que torear.
Iba mediada la corrida cuando uno de los novillotes engancho a Belmonte por el muslo. Apenas había llegado a la enfermería, cuando Paco Madrid el compañero de cartel, hacía también la entrada en la enfermería a hombros de las asistencias.
El público protestó, y al final tuvo la Guardia Civil que matar a tiros al bicho.
De aquella corrida, aparte de la cogida Juan sacó bien poco : unas pesetillas. Unas pesetillas que Calderon consiguió de un ratero que había robado la cartera al empresario.Porque éste después de la novillada, se había negado rotundamente a pagar nada a los toreros, incluso Calderón y otro banderillero tuvieron que ser atendidos en la enfermería.
La amistad de los Herrera hizo el milagro :
Juan se vio un día 21 de Agosto de 1910 metido en un cartel en la Maestranza en compañía de Pilín y Bombita IV. Quedó bien pero don Criterio, en su crónica de "El Liberal", dijo bien poco: " Toreó, dijo el cronista, se mostró valiente con el trapo y despachó al animal de un pinchazo y media buena".
El espada salió a hombros hasta su domicilio.
Pero tampoco esta vez ganó dinero Belmonte, cuando Juan fue a cobrar el empresario le dijo que habían quedado en su " paz " .
En Triana, el éxito de Juan colmó de júbilo a sus amigos.
Calderón, por su parte, se pasó varios días pregonando de tertulia en tertulia las excelencias del novel espada.
Ya me puedo morir tranquilo decía el veterano banderillero, Triana tiene ya su torero.
¡ Cómo torea el muchacho !........ Con las manos bajas.
¡ Pura escuela rondeña !
Durante unos días no se habló en el Café Inglés de otra cosa. El picador Mangas, Curro el Cochero, Rodríguez Vázquez,, más conocido como el hombre del puro y otros aficionados más, continuaron la propaganda del hasta entonces desconocido Belmonte en otras peñas y tertulias madrileñas.
Después de este afortunado paso inicial, Calderón, a la vez que intensificaba la propaganda de su alumno, quiso también forzar su preparación. Un torero debe reunir en opinión de Calderón, unas condiciones físicas superiores y para ello nada mejor que una preparación continua y progresiva.
Todas las mañana, Calderón sacaba de la cama a Juan y lo llevaba a la cuesta de la Castilleja, a correr y a trepar por los altozanos del Alfarafe.
Juan soportaba en silencio la prueba, mientras pensaba en las horas de sueño que su tenaz entrenador le robaba cada día.
Por aquellos días, el muchacho andaba metido en líos amorosos y se retiraba a descansar vencida la madrugada. Para colmo de desdichas Calderón, se empeñaba en que su discípulo llevase en la mano derecha un bastón de hierro, para que no le fuese extraño después el peso de la muleta, Juan dejaba el bastón en todas partes, pero Calderón lo encontraba siempre. ( Continuará... )
Y conforme les dije, les muestro fotografías del 1º Curso de Aficionados Prácticos, celebrado en Encina Hermosa el día 26 de Febrero de 2011.
Esa época era para vivirla. Llevaron a Belmonte en hombros hasta la puerta de su casa, que grande!! EN fin, eran otros tiempos. Fenómeno D.Mariano por esos capitulos.
ResponderEliminar