lunes, 2 de junio de 2014

RECORDANDO A JUAN BELMONTE GARCÍA




Nacido en Sevilla el 14 de abril de 1892.
Juan Belmonte García, a los dos años de edad, con la muerte de " El Espartero " mamó esa gran verdad que acertadamente expresara Pepe Luis Vázquez : la muerte acompaña a los toreros.
Pero uno de sus peores momentos y así lo relataba fue cuando a los siete años la vio con sus propios ojos en un hombre ahorcado.
Y con el corazón compugido, recordaba la tapia del convento de Santa Clara : un enorme paredón lleno de desconchones, que de niño, tenía que recorrer todos los días para llegar a su casa.
Y la mente, con su memoria que al estimularla a traves de los sentidos, le traslada en una fracción de segundos al lugar donde sintió por primera vez esta sensación Juan, que se percibe cuando el poder de la muerte te paraliza.
Comentaba que en ese funesto lugar alguien pintó una cruz con pintura roja
Aquella señal que de noche, iluminada por la amarilla y vaporosa luz de una farola, mantenía alejados del barrio a los chiquillos, que para llegar a sus casas les obligaba a dar una larga vuelta.
Pero Juan en el anochecer de una día que se sintió más hombre, hizo de tripas corazón, y pasó por delante mirándola con descaro.
El misterio de esa muerte a pesar del tiempo transcurrido seguía intrigando al subconsciente del gran maestro trianero.
¿ que podía haberle provocado tanta desesperación ?
¿ Estaría, quizás, en la más absoluta miseria..... ?
¿ Por qué se ahorcaría aquel desdichado ?
Finalmente Juan " da " con otra posibilidad más : ese hombre estaría enfermo y acabado.
En su mente atormentada, no cabía una relación causa - efecto más coherente.
Y a los ocho comtempló desde un rincón de su casa - pues no le dejaban acercarse - el perfil de su madre muerta, que las vecinas amortajaron con las trenzas sueltas y extendidas sobre la almohada.
Descubrió Juan que la sociedad, pretendía ignorar la muerte, mientras que los toreros conviven con ella, la presienten, incluso saben que esta cerca o agazapada en cualquier rincón, en definitiva, donde hay toro hay muerte. Y la Tauromaquia le recordaba el sino que al final del camino aguarda, y que cada lance - cada día - no es más que un paso doloroso, para llegar a ella.
Y el niño trianero - escogido para ser un gran maestro quiso ser partícipe de ella en la conjunción y en la soledad de la misma.
Juan Belmonte, en su sillón de Gómez Cardeña, a veces se lamentaba amargamente : " Tantos años de lucha, y me encuentro igual de solo y angustiado que aquel día..... Totá, pa ná.
Confesaba que " su principal vicio era la lectura ". Fue un hombre culto mantuvo amistad con Valle Inclán, Pio Baroja, Blasco Ibáñez, Azorín, Ortega y Gasset, Sebastián Miranda, Zuloaga, Pérez de Ayala,, Julio Camba, importantes literatos y artistas de la época.
Juan Belmonte fue el primer torero de la historia que se atrevio a " podar " su coleta. Una mañana entró en la famosa peluquería de Almeida, en la madrileña calle de Sevilla. Se sentó en un sillón y ordenó al figaro :
- Afeitar, cortar el pelo....¡ Y cortar la coleta !
Conmoción en el establecimiento. Clientes, peluqueros, el botones del local, consternados rodearon a Juan......A poco, para dar la gran noticia ( " Belmonte se ha cortado la coleta " ) corrían hacia los colmaos, cafés, tertulias, los que habían presenciado la escena y escuchado la orden belmontina. La coleta era el atributo máximo del lidiador y cortarse la coleta equivalía a retirarse de los ruedos.
Los belmontistas deprimidos, abatidos, lloraban - así, sin eufemismos -, la decisión del ídolo.
Afortunadamente todo fue una genialidad de " El Pasmo de Triana ". Media coleta fue a parar a la vitrina de don Natalio Rivas y la otra a manos de Antonio de la Villa, Juan al abandonar la peluquería metió los pilosos souvenirs en sendos sobres que más tarde repartió entre escritor y político.
Belmonte impuso desde su salida de la peluquería la falsa coleta.
Asistió Juan Belmonte al entierro de su amigo Julio Camba, en Madrid, que acabó en la cama de un hospital lleno de tubos y cables. En la Almudena Belmonte pasó por la sepultura de Gregorio Marañón y comentó, recordando la enfermedad y muerte del famoso doctor : " A mí no me pasará eso".  Juan vivía obsesionado con la muerte.
Frase enigmática que muchos comentaron sin conocer su alcance.
Como al fallecer Juan y no ser de muerte natural, tuvieron que hacerle la autopsia.
Los forenses encontraron al cumplir su macabra labor que Juan había sufrido meses antes un amago de infarto de miocardio, en su corazón figuraba la huella de un infarto ¡ ya cicatrizadas !
En su finca de Gómez Cardeña, celebraba sus fiestas para cumplir con sus compromisos, en aquella ocasión había toreado a pie en la plaza de la finca.
Como hacía más de dos años que no tocaba ni un capote ni una muleta, cuando pidió los trastos todos se quedaron como quien ve visiones.
Los intimos hacían conjeturas sobre el motivo que habría impulsado a Belmonte a torear a pie.
- Para mí - dijo uno- fue porque se lo pidió aquella sueca tan bonita. A Juan, aunque quiera disimularlo bajo ese aire de " inglés ", le gusta todavía lucirse delante de las mujeres.
Rafael " El Gallo ", contertulio con Belmonte en " Los Corales " un establecimiento mixto de café y freiduría andaluza, situado en la calle de Las Sierpes, de Sevilla.
Al comentarle a Rafael " El Gallo " que Juan, después de dos años sin torear había cogido los trastos, sentenció filosófico :
- ¡ No sean ustedes cándidos ! Lo que le pasa a " este " es que le anda trabajando mucho la idea de hacerse viejo !
El gesto de Hemingway matándose le quedó fijo.
Quince días antes de su muerte había hecho testamento.
El día antes de su muerte en la puerta de " Los Candiles ", pasó por allí el periodísta López Grasso, dirigiéndose a Juan dijo : " A ver cuando me da usted una buena noticia taurina para mí periódico, y Juan, le contesto : " Pue quizá mañana........
¿ Quiso despedirse de la vida enfrentándose a un toro en su finca, le faltaban unos días para cumplir 70 años ?
¿ Quería que el toro le matará ? pero desistió ante el temor de quedar sólo lastimado.
Ya anocheciendo en Gómez Cardeña, se encerró en su despacho, con el ronroneo del motor que daba luz al cortijo, Belmonte se pegó un tiro. Dejó carta al juez.
Juan Belmonte en los últimos años llevaba en la boca la tristeza de su muerte.
A muchos les pareció una cobardía, a otros un acto de entereza de Belmonte.
Juan cambiaba su semblante cuando hablaba de su cortijo.
Unos años antes le hablaba a un amigo de Gómez Cardeña y le dijo :
- Sí....., es un sitio ¡ como para morirse allí !
Y al igual que el niño trianero, pensó Juan una vez más, que cada día no es más que un paso doloroso, para llegar a ella, y así se marchó en su soledad de aquel atardecer de primavera del 8 de abril de 1962.






4 comentarios:

  1. - ¡Juanito, no te falta más que morir en la plaza!
    - Se hará lo que se pueda Don Ramón

    Un artista y técnico sin igual, q toreaba en ochos, de pitón a pitón, algo q ya no se ve prácticamente. Yo tan sólo he visto a Morante torear así, ¿sabe usted de alguien más que actualmente toree en ochos?

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    1. El desdicho :
      Muchas gracias por su comentario lleno de sabiduría taurina.
      En cuanto a su pregunta a Talavante en su faena de muleta del día 22 de mayo de 2014 le ví torear en ochos.
      Cordiales saludos.

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  2. José Juan Jiménez :
    Muchas gracias por su comentario,espero le guste el blog.
    Cordiales saludos.

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