martes, 26 de julio de 2011

JUAN BELMONTE ( CAPITULO XII )




En España en 1934 había pocas ganas de toros.
Se vivía en un ambiente de intranquilidad poco propicio al desarrollo de la afición.
Por otra parte, ninguno de los toreros que por entonces figuraban en primera linea arrastraba grandes masas de opinión.
Manolo Bienvenida, Marcial Lalanda, se repartían los carteles, pero el entusiasmo de los públicos iba por otro lado: entonces privaban los novilleros.
Aquel año, por ejemplo, fue la rivalidad entre Lorenzo Garza y El Soldado la que llenó las Plazas.
En Sevilla fue preciso que surgiera la competencia entre el pobre Pascual Márquez y un muchacho que comenzó bien y después se esfumó Pepete de Triana, para que la Maestranza volviera a llenarse.
Así las cosas, era natural que Belmonte vistiese el traje de luces con muchas posibilidades de triunfo.
Esto fue, sin duda, lo que movió al infortunado Sánchez Mejías a volver también a los toros.
Los "viejos", es interesante hacer constar que por aquellos días también actuaba Rafael "El Gallo", comprobaron con cierto gozo que el público no les había olvidado.
En las temporadas de 1934 y 1935, Juan sumó un buen número de corridas, sin sufrir graves percances.
Pero al lado de apoteosis frenéticas, el toreo auténtico de Belmonte era para la gente joven un descubrimiento fantástico, tuvo contratiempos diversos.
El hecho de que un torero no se conformase con ganar unos miles de duros y quisiera participar de las ganancias de la empresa, con un tanto por ciento, enfurecía a los públicos.
Muchos espectadores iban a verme, decía Belmonte, con un cuaderno y un lápiz en el bolsillo para ajustar la cuenta de lo que ganaba.
La última vez que Belmonte, actuó en Madrid vestido de torero. 22 de Septiembre de 1935.
Por Eduardo Pagés empezo en los medios taurinos a conocerse la decisión de Belmonte.
Corría el año 1935, y el popular empresario plasmaba la formación de una pareja de novilleros de glorioso abolengo: el hijo de Juan, Juanito Belmonte Campoy y el primogénito del desventurado Ignacio Sánchez Mejías.
Ya se masca el acontecimiento, Juan Belmonte dando la alternativa a su hijo.
Llegó el mes de Septiembre de 1935, y lo empezó toreando Belmonte el día 1 en San Sebastián, el día 5 en Aranjuez, el 8 en Andújar y el 15 en Valladolid.
Cuando en los sitios públicos se fijaron en Madrid los carteles anunciando, sin ninguna advertencia de despedida, para el domingo 22 de Septiembre de 1935, la actuación de Juan en unión de Marcial Lalanda y Alfredo Corrochano, con toros del inolvidable PACO COQUILLA.
Desde la vispera se acabaron los billetes, y minutos antes de dar comienzo el espectáculo no cabe ni un alfiler en la Plaza.
Aparecen en el albero las cuadrillas.
Belmonte, con su candencioso andar y ligeramente lívido, viste un traje granate. La guarnición, bordada es de seda blanca.
Al cambiar el capote de paseo por el de brega, todas las miradas se reconcentraban en él principal actor del drama.
Estallan los primeros aplausos y se convierten en una ovación  cerrada y Juan hace salir al tercio, para que participen de ella a Marcial Lalanda y a Alfredo Corrochano.
El primer toro pisa la arena al perseguir un peón se rompe en el burladero al rematar el pitón izquierdo por la cepa, y lo sustituyen por otro de Lorenzo Rodríguez.
No se inmuta Belmonte por el cambio y le realiza una gran faena, sobresaliendo los pases pletóricos de quietud y temple.
Un buen pinchazo y media estocada superior son el colofón y le premian con las orejas y una prolongada ovación.
Continua la corrida y aparece en cuarto lugar, Hocicón, de COQUILLA, también negro, con el número 83.
Es el último que Belmonte va a matar ante los madrileños vestido de torero.
Y Belmonte, aquel Belmonte se dirige al toro en plan de lucha al lugar donde la fiera estaba dispuesta a vender cara su vida.
Los espectadores, con la respiración en suspenso no pestañean, y Juan, solo en el terreno del astado, le mete la muleta en el hocico, se dobla con él, venciéndole y dominándole en una pelea emocionante.
Y reducido el toro a la obediencia del gran torero, hace éste cuanto quiere, ante el asombro del enardécido público.
Vencido el toro, en aquel primer lugar perfílase Juan entrando derecho, entregándose dibuja en las agujas del cornupeta media estocada. Rueda a sus pies Hocicón, de COQUILLA, y la plaza llena de entusiasmo le conceden las dos orejas y un rabo.
¡ El primero cortado en la monumental ! Da dos vueltas al ruedo.
De los tendidos salta la noticia que Belmonte toreaba su última tarde en Madrid.
Salen voces del tendido ¡ Juan, no te vayas ! ¡ No te vayas !
Y esa fue la última tarde de Juan Belmonte en Madrid, vestido de torero.
Todo el mundo sabía que Juan Belmonte tenía momentos en que su personalidad, sin motivo aparente, adquiría siempre su mayor relevancia eran los momentos del retroceso de la luz y el avance de las sombras.
Los cronistas de la época coincidian que sus grandes faenas siempre fueron en su segundo toro.
El público de Madrid vio por última vez al torero que demostró la posibilidad de entrar en el terreno del toro para realizar toda la faena, con quietud y temple.   (  Continuará... )








4 comentarios:

  1. Vaya D. Mariano, da gusto leer entradas de estas. Mas aun si cabe en una persona como yo, que por edad, no he conocido a Belmonte y sin embargo estoy loco por empaparme de todo lo que venga del "pasmo de Triana".
    Me llama la atención su ultima frase: "entrar en los terrenos del toro para realizar toda la faena"... ¿Estamos hablando de algo parecido a lo que realiza José Tomás? (salvando siempre las distancias por favor). Y luego nos llaman "locos" a los tomasistas.
    Gracias por este regalo.
    Un saludo.

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  2. Marin :
    En primer lugar gracias a ustedes que son fieles al blog en el superlativo máximo.
    Juan Belmonte cambió totalmente el toreo y el que presenciamos hoy, claro está mucho más depurado por los años, se lo debemos a él.
    José Tomás es el torero que más se puede aproximar, eso sí,el valor de José Tomás pienso és único. Cordiales saludos.

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  3. Fue un torero extraordinario hasta para retirarse sin publicidad y en su máxima plenitud de TORERO DE TOREROS ¡UNICO! después le siguieron todos porqué él sentó las bases del toreo que vino, ¿verdad Mariano?.
    Un cordial saludo

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  4. Juan :
    Totalmente de acuerdo en tu comentario, lo que más me gusta de todo esto es comprobar que al igual que yo siempre sentí muy profundamente la vida de Juan Belmonte,produce el mismo efecto en los seguidores al blog que la están siguiendo.
    Muchas gracias una vez más y te mando un cordial saludo.

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