lunes, 30 de junio de 2014

ENCASTE VAZQUEÑO ( CAPÍTULO VI )




Al tocar a banderillas, Valencia, de carmesí y plata, puso un par soberbio de poder a poder que se aplaudió  sobre todo porque el toro se defendía mucho. Antolín, de morado y plata, clavó el segundo par, de sobaquillo y a toro pasado. El tercero corrio a cargo de Valencia y fue al sesgo, oyendo de nuevo muchas palmas. Durante el tercio de banderillas quedó claro que " Perdigón " se defendia, se arrancaba sobre seguro y conservaba mucha fuerza.
" Espartero ", de verde y oro con cabos negros, saludó a la presidencia y se fue muy decidido al animal, tomándole muy en corto y apretándose le dio seis pases con la derecha, tres ayudados, dos por alto y uno cambiado. En los terrenos del 9 señaló al volapié un pinchazo en buen sitio, pero el toro le cortó la salida y el torero, enganchado por la entrepierna, fue volteado a gran altura, Valencia le hizo el quite oportunísimo. " El Espartero " y su peón cambiaron breves palabras. "¿ Maestro, ha sido algo ?. " Estoy bien ", dijo el matador tras una pausa. Volvió al toro y volvió a arrancarse al volapié, en los terrenos del 10, algo fuera del tercio. Dejó hasta la mano una estocada algo contraria. El miura volvió a cortarle la salida y le clavó el pitón en el vientre, lanzándolo al albero con todas las tripas fuera. Quienes se lo llevaron a toda prisa dicen que se volvió a mirar al toro que caía muerto en ese momento. Toro y torero perdieron la vida a la vez, pues " El Espartero " entró muerto a la enfermería. A hombros de su cuadrilla lo llevaron al número 10 de la calle Gorguera, domicilio del picador Cantares. Allí le vistieron de traje negro y partió el cortejo hasta la estación de Mediodía.
Ocho caballos empenachados y enlutados portaron el féretro.
El tren de Madrid a Sevilla tuvo que parar en cada estación para que los aficionados le dieran el último adiós al " Espartero ".
En Sevilla, el gremio de cocheros acordó trasladar gratis al público hasta el cementerio de San Fernando, donde se celebró el entierro. Fueron veinte mil personas, la mayoría mujeres, que lo pasearon a hombros. En el Café París de Madrid, colgaron una fotografía suya y los señores se quitaban el sombrero en su honor.
" Ocho caballos llevaba
el coche del Espartero ;
ocho caballos llevaba
y los ocho con plumero ".
Esta tragedia acabó con la vida alegre de doña Celsa.
Su hija Pilar tenía casí cinco años y se crió con sus hermanos, Fernando y Concepción, entre la Abundancia y la casa de la calle O`donell, hasta que todos se casaron. Fernando primero ; Concepción se casó con Manuel Sarasúa, que también la dejaría viuda muy joven ; y Pilar con Joaquín Pareja-Obregón y Sartorius.
Los hijos de Pilar, la única de los tres que tuvo descendencia., se criaron entre la casa de sus padres, en la calle San Eloy, y la de su tía Concepción, en la calle O`donell. Los bisnietos del Espartero y de doña Celsa conservan todavía muchos recuerdos del torero, trajes y fincas, así como un dato en el libro Hidalguía, volumen 32, página 102, figura como tal el matrimonio de doña Celsa con El Espartero.
Doblemente viuda, del ganadero y del torero doña Celsa Fontfrede se dedicó de lleno a sus hijos y a sus toros que, por fín se presentaron en Sevilla el 14 de abril de 1895, más de veinte años después de su compra por don Fernando. En la presentación de los toros de Concha y Sierra en la Maestranza, quizás influyó favorablemente Guerrita, quien mató dicha corrida junto a Reverte. Casí a continuación doña Celsa lidió tres toros en Madrid a nombre de la Viuda de Concha y Sierra en la corrida de Beneficencia del jueves 11 de junio de 1896, que matan Guerrita, Lagartijillo y Nicanor Villa-Villita.
Nadie se explicaba como una ganadera que decepciona tantas veces por la presentación de sus reses siga anunciándose en los mejores carteles. La respuesta, sin embargo, resulta sencilla : en aquel momento, los toros de la Viuda, apenas desarrollan dificultades para los toreros y muchos salen bastantes nobles. Además, es de suponer que la imagen personal de doña Celsa, doblemente viuda de un rico ganadero y de un torero tan querido le beneficie en la venta de sus toros.
Pero la prensa especializada se sigue ensañando con ella, el 9 de junio de 1901, dicen que los toros fueron chicos y abecerrados. La ganadería de Concha y Sierra se considera, no obstante, como una de las más importantes del momento.
El 20 de octubre de 1901 en Madrid compite en el cartel de la corrida de la Prensa con otros siete ganaderos : Duque de Veragua, Anastasio Martín, Murube, Adalid, Palha, Villamarta y Marqués de los Castellones.
El 22 de mayo de 1904 vuelve a lidiar cinco toros en Madrid.
Fue sin ninguna duda, la peor corrida entre las doscientas mil con que obsequió la empresa de Madrid.
En 1905, doña Celsa tiene que hacer frente a un nuevo drama, su hijo Fernando, un señorito, gastaba mucho y no trabajaba, consumado garrochista, gran cazador. muere prematuramente después de una penosa enfermedad, dejando una viuda con la que ha divorciado hace poco, así como una cantidad apabullante de deudas. Doña Celsa asume el pleito que hace la viuda separada de su hijo, Dolores.
Cinco años después, se declara heredera legal de Fernando a su madre, doña Celsa, ahora si, La Abundancia la tiene en propiedad.
En 1906, el crítico " Dulzuras " se suaviza : Si doña Celsa cuidara algo más el tipo de sus toros, como de bravura están bien resultaría un conjunto aceptable. En 1906 en Madrid, lidia un primero bravísimo.
Sigue la ganadería cuesta abajo, no lidia ni en Madrid ni en Sevilla y el 1907 lidia solo 28 toros.
Pero en 1909, el 25 de abril, ese día, en Madrid, el sexto toro de la Viuda, de nombre " Merino ", cogió a Gaona en banderillas sin herirlo, pero impidiéndole seguir. Saltó entonces la cuadrilla, y cuando " Lagartijilla " pareó a su vez, " quedándose algo a la salida de la suerte, el toro alargó el cuello y, al querer salirse, el muchacho trompicó y cayó al suelo a muy corta distancia de la cara del toro. El Concha y Sierra hizo por el diestro que trató de incorporarse, en cuyo momento el toro le dió una cornada en el cuello, lanzándole despedido con limpieza a dos metros de donde ocurrió el percance.
La fatalidad, hizo que la mala colocación de los peones no fuera la oportuna y diligente que requería el caso.
Quedó " Lagartijilla " inmovil y boca arriba unos segundos, transcurridos los cuales, el desgraciado banderillero hizo una espantosa contración de piernas y brazos hasta la enfermería, en el semblante del herido retratában la muerte. Gaona y Vicente Pastor, así como sus cuadrillas y varios otros toreros, velaron el cadaver toda la noche.
Luego, fueron muchos miles de aficionados los que acompañaron al infortunado banderillero hasta su sepultura, quedando presidido el duelo por Gaona, Pastor y el Gallo.
Al final de 1909 en plena decadencia doña Celsa solo había vendido 22 toros.
Al año siguiente se encuentra otra vez en el candelero y vende 54 toros. Los pastos de la marisma de la Abundancia, son los suficientemente ricos como para que doña Celsa no se gaste una peseta en dar pienso a sus toros como lo hacen sus precursores de aquellos años.
( Continuará )



Cogida de " El Espartero "

domingo, 22 de junio de 2014

ENCASTE VAZQUEÑO ( CAPÍTULO V )




El sueño de don Fernando se ha vuelto realidad. Muy pronto, gracias al prestigioso origen de sus toros y a su influencia, debuta en numerosas plazas de Andalucía, como las de Almería o Cabra.... Vende el semental Guitarrero a José Pereira Palha en 1875, el cual junta con las vacas que ha comprado a Dámaso Xavier Dos Santos, procedentes de la ganadería del Duque de Braganza, el Rey de Portugal, a quien su tio Fernando VII le había regalado 50 vacas y 2 sementales de su ganadería procedentes de don Vicente José Vázquez.
Once años despues de haber empezado su trayectoria ganadera, don Fernando de la Concha y Sierra se presenta `por fin en Madrid, el lunes 10 de abril de 1882, en la primera de abono de aquella temporada, y en presencia de S. M. el Rey, le matan su corrida nada menos que Lagartijo, Angel Pastor y Fernando " El Gallo " ( padre de Rafael y Joselito ).  Sus toros, dice la prensa, estan bien presentados, especialmente el primero y el quinto. Este primero de nombre " Mesonero ", es además bravo y de poder, tomando ocho varas para seis caidas y cinco caballos muertos. No lo aprovecha del todo Lagartijo. El quinto de nombre " Capirote ", coge a Angel Pastor en el segundo muletazo y le propiná una cornada grave.
No se lució mucho el padre de los dos futuros Gallos.
Al año siguiente el domingo 20 de mayo de 1883 vuelven a Madrid los toros de Concha y Sierra, también en presencia de sus Majestades.
El prestigio de los Concha y Sierra es innegable, Fernando de la Concha y Sierra fallece muy joven, el 25 de octubre de 1887. Su ganadería se divide entonces en dos partes : la más pequeña es vendida al Marqués de Villamarta y a su suegro el señor Garvey, mientras que los hijos del finado, Fernando y Concepción de la Concha y Sierra Fontfrede, heredan la parte más importante de la ganadería así como sus fincas. Su viuda, Celsa Fontfrede, tutora de los niños, recibe el usufructo.
Con el deceso de don Fernando, doña Celsa ha obtenido el usufructo legal, puesto que los herederos naturales de éste son sus dos hijos, entonces menores : Fernando de la Concha y Sierra Fontfrede, a quien le toca La Abundancia, y a su hija Concepción las demás tierras. Su viuda ha heredado, la carga de velar sobre la herencia de sus hijos, en la que también se incluye la casa sevillana de la calle O´donell. Visto de lejos, su situación parece más que envidiable. Sin embargo, no es nada segura : don Fernando ha fallecido antes de pagar totalmente el préstamo. De la cantidad inicial de 175000 pesetas, ha reembolsado 120000 con sus intereses. A su viuda le toca pagar las 55000 pesetas restantes, más los intereses. Y para salvar las tierras, doña Celsa va a demostrar su ingenío. En apenas tres años, el 12 de abril de 1890, consigue cancelar todas las deudas pendientes.
En vez de anunciar sus toros como los de la Viuda de Concha y Sierra, lo hace como los de Celsa Fontfrede, manifestando así su independencia, o su desafio, frente a las rígidas convenciones sociales de entonces.
Doña Celsa proclama que ahora es una ganadera rica, y nadie va a indicarle su deber. Además como todavía es joven y guapa, no tarda en buscarse la vida en el plano amoroso. Se trata de uno de los toreros más importantes y queridos de la época. Un día que había invitado a tentar a Manuel García Cuesta " El Espartero ", figura ya consagrada por su inmenso valor, o su temeridad, doña Celsa se enamora de aquel hombre algo más joven que ella y que, de mozo, hacía la luna con las vacas de don Fernando en la finca La Alegría. A pesar de estar casado y tener un hijo, " El Espartero " se enamora también y, de esta unión pasional, nace en 1890 una hija bautizada Pilar, ( doña Celsa era maña, y muy devota de la Virgen del Pilar ), desde entonces, " El Espartero " se convierte en el marido extraoficial de la ganadería.
El 17 de mayo de 1892, debuta doña Celsa en Madrid, seis toros, para Lagartijo, El Espartero, y Minuto, que confirmaba la alternativa. Los toros, excepto el primero, fueron pequeños, y con poca cara, sin mucha fuerza y el sexto impresentable. La corrida tuvo mucho morbo, al figurar en el cartel " El Espartero ", cuyo romance con la ganadera era un secreto a voces.
Blasco Ibáñez, se inspiró para crear los personajes de su novela " Sangre y Arena " en los amores de la Viuda ganadera con " El Espartero ". En la obra el torero Juan Gallardo le sonrie la vida : el chico pobre de Sevilla que se escapaba para torear en las ferias se ha consagrado como matador, despertando el entusiasmo del público. Y cuando lo tiene todo - fama, dinero, tierras, mujeres a sus pies y una esposa enamorada y comprensiva -, conoce a doña Sol, que se convierte en su amante, y todo cambia. Al igual que el torero de la novela, Manuel García, hijo de un espartero del barrio sevillano de la Alfalfa, soñaba todas las noches con ser torero.
Dicen que decidió ser matador después de visitar a su tio enfermo. Y saber que iba a morir porque no tenía medios económicos para curarse. Acto seguido, al pasar delante de la Maestranza, le dijo a su padre que iba a ser torero para que en su familia no se repitiera una tragedia así. Salió en la Plaza de Sevilla, como banderillero, e impresionó por su valor toreando " novillos " con seis o siete años por los pueblos colindantes a Sevilla, donde se ganó fama de torero " suicida ". Muy pronto fue aclamado como el verdadero " torero del pueblo ", recibiendo muchas cornadas que no mellaron su valor. El joven algo triste y reservado de los principios, se había convertido en un hombre abierto, temerario, pero también generoso con los necesitados.
Y " El Espartero ", ya figurón del toreo, se enamoró de doña Celsa y su vida cambio como cambió la de Juan Gallardo en la novela de Blasco Ibáñez, cuando entró en ella la terrible doña Sol. De esos amores marismeños nació, la pequeña Pilar, que el torero no dudo en reconocer y dar su apellido : Pilar García Aguiel de Fontfrede, quien años más tarde se casará con Joaquín Pareja Obregón Sartorius, hijo del VII Conde de la Camorra.
Para la Corrida Extraordinaria de Beneficencia del domingo 21 de mayo de 1893, en Madrid, " El Espartero " se mide una vez más con los toros de doña Celsa. Se lidian tres, con otros tantos de la viuda de Barrionuevo y tres de don Faustino Udaeta, con Mazzantini y Guerrita.
" El Espartero ", está rico, enamorado, y le cuesta más arrimarse ahora que antes. El 27 de mayo de 1894, antes de cumplir treinta años, está anunciado en Madrid nuevamente, y viaja en tren de Sevilla a la capital no sin parar en Córdoba, donde le espera su rival y amigo Guerrita. En el transcurso de la cena, a la quue asiste también el banquero - ganadero don Félix Urcola, Guerrita intenta disuadir a su compañero de torear la corrida del día siguiente. Es de Miura y sabe que Manuel no anda sobrado de sitio. Llega a decirle a su compañero : " No torees esa corrida ". Te puede matar un toro. Pero " El Espartero " le contesta : " Es un compromiso que he de cumplir. Iré.
El 27 de mayo de 1894 " El Espartero " empezó la corrida con enorme decisión y valentía. El público madrileño comprendió inmediatamente que venía dispuesto de afirmar su fama de valiente y de figura del toreo.
Minutos antes, camino de la plaza, la cuadrilla se lamentó a la vista de un cortejo fúnebre por la calle de Sevilla. " Mala pata ", exclamó Antolín un banderillero y el resto aseguraron que, al contrario, los muertos traían suerte. El matador movió la cabeza sin decir nada.
" Perdigón ", primero de la tarde, colorado, ojo de perdiz, fino y bien cortado, bien puesto de cuerna, se le vio tomar con cierta codicia una vara del picador. Un banderillero quiso darle un lance, del que salió apurado y entablerado, haciéndole el quite " El Espartero ". También Antonio Fuentes se embarulló algo con el capote y Manuel volvió a hacer un quite oportuno. El picador puso otra buena vara, rompiéndole el palo y muriendo el caballo. En total " Perdigón " recibió cinco puyazos, dio cuatro caídas y mató tres caballos.
( Continuará )



domingo, 15 de junio de 2014

ENCASTE VAZQUEÑO ( CAPÍTULO IV )





En 1833, Francisco Taviel de Andrade compra también una parte de lo de Vázquez a su testamentaría. Taviel de Andrade se ha asociado con José María Veger, pagador del ejército de Andalucía, y Antonio Sáez de Santa María, alguacil mayor de la Real Audencia de Sevilla. La presencia de Veger en la sociedad es fundamental, puesto que mantiene mucha relación con el Capitán General Vicente Genaro Quesada, quien hace de albacea. Los tres socios compran 370 cabezas, y en 1835, cuando disuelven su sociedad, se reparten, en partes iguales, 528 cabezas, antes que Taviel de Andrade les compre las partes respectivas a sus ex socios.
La ganadería pasta entonces en Carmona. Mas tarde, le añade reses de Juan Castrillón, de Vejer de la Frontera, que provienen también de lo de  don Vicente José Vázquez a traves del lote vendido a Antonio Mera en 1813. La ganadería de Castrillón será vendida por su parte a Rafael de Surga, Francisco Taviel de Andrade López Conesa, en Alcalá de Guadaira ( Sevilla ), prepara 4.000 hectáreas. En 1856, la ganadería cuenta con 929 cabezas, en diciembre vende la mayor parte a don Antonio Miura, quien se queda con 100 vacas, 105 erales y 4 cabestros.
Son años muy duros para la ganadería, años de gran sequía.
En 1858, en el inventario realizado a la muerte de su esposa, aparecen 238 cabezas. Taviel de Andrade muere en 1869 después de haber vendido parte de sus tierras, pero la ganadería ha aumentado : 522 cabezas, 192 vacas y 140 toros de más de 3 años.
En 1871, sus herederos venden la ganadería para saldar unas deudas a su casí vecino Fernando de Concha y Sierra, rico heredero del sustuoso cortijo de la Abundancia, sito en la marisma. No deja pasar la oportunidad de convertirse en ganadero de bravo, al haberse visto excluido en el reparto de la ganadería familiar fundada por su tio- abuelo Fernando de la Sierra, un armador gaditano ; vacada que ha pasado, de forma completa a manos de su primo Joaquín de la Concha y Sierra, probablemente porque él era demasiado joven en el momento del reparto.
Con divisa blanca, negra y plomo, se presenta don Fernando en Madrid, la tarde del 10 de abril de 1882, y para empezar abre plaza el toro " Mesonero " que estoquea Angel Pastor y toma nueve varas y deja cinco caballos para el arrastre.
Fernando de la Sierra empieza a comprar tierras como señal de prestigio y la crianza del toro bravo también, aunque una y otra fueran escasamente rentables frente a los pingües beneficios del comercio de ultramar.
Para los inversores, se abre en la marisma un campo de batalla para hacerse con las mejores tierras en las islas Mayor y Menor, pertenecientes hasta la fecha a las órdenes religiosas. Y cuando en 1820 surge la ocasión, Fernando de la Sierra, gracias a su influencia, compra las mejores tierras de la Isla Mayor. Un total de 1500 hectáreas. A las diez y seis primeras suertes las denomina La Prosperidad y a las 14 restantes que atendían por la Cartuja, La Abundancia. Hubo pleitos, por supuesto, pero Fernando de la Sierra gozaba de una gran fortuna. En estas tierras, Fernando de la Sierra encuentra ganado frailero, del mismo origen que aquellos toros que Vicente José Vázquez había mezclado en su ganadería treinta años antes.
Cuando Fernando de la Sierra fallece, lo hereda todo su sobrino, Joaquín de la Concha y Sierra y añade a la ganadería un lote adquirido al vecino Picavea de Lesaca.
En 1861. Joaquín de la Concha y Sierra fallece y heredan dos sobrinos, Joaquín Pérez de la Concha, y un menor de edad que estaba representado por su madre y tutora, doña Rosalía de la Sierra. Este menor se llama Fernando de la Concha y Sierra.
Joaquín Pérez de la Concha se queda con la Prosperidad y le cede La Abundancia a su primo Fernando de la Concha y Sierra, que en ese momento tiene alrededor de 20 años, quizás por ese motivo no recibió parte de la ganadería, y por su gran afición diez años más tarde compra los vazqueños de Taviel de Andrade y se hace ganadero.
La dehesa de La Abundancia se encontraba en la marisma sevillana entre la Isla Mínima en medio del cultivo del arroz, como un trasatlántico gigantesco encallado en las altas hierbas, el esqueleto de lo que fue el corazón de la marisma no late desde hace ya tiempo. Rodeada de extensos arrozales, se derrumba poco a poco. Cerca de los Gracilianos que Mauricio Escobar cría cerca en sus cercados fangosos de la Isla Mínima.
La Abundancia, fue durante casi un siglo sinónimo de bravura, aunque, sus toros salían más nobles que duros, algo que granjeó a las " viudas " que los criaron, la prensa taurina entonces torista las críticaba pues desde su punto de vista, colaboraban en exceso con los toreros. Atrincheradas en la Abundancia en medio de la inmensidad de la marisma, doña Celsa Fontfrede y su hija Concepción estaban envueltas por un halo casi mítico que se explica tanto por la fama de amazona indomable que se le atribuía a la primera, como por la reputación sulfurosa de los toros de la segunda, después de que mataran, nada más y nada menos, a cuatro toreros.
Algo que, probablemente, hubiera llenado de orgullo a Fernando de la Concha y Sierra, esposo de la primera y padre de la segunda.
Al oeste de La Abundancia se hallaban los Pablo Romero, al oeste, muy pegados, los de Pérez de la Concha ; un poco más hacia La Puebla y Coria, Los Miura y Villamarta ; y por el otro lado del rio, mirando hacia Sevilla, los Ybarra en la Cascajera, al este los Saltillo en la Compañía, y al noreste los Murube, cuyos dominios llegaban hasta el cortijo de Juan Gómez. La mayoría de los ganaderos asentados en Utrera obligaban a sus hatos a cruzar el río gracias a las inmensas gabarras que encallaban entre Coria y la Puebla.
Medio siglo antes, Gregorio Vázquez, poseía tres de estos barcos gabarras para dicho uso. Los toros vazqueños eran de los más numerosos, y por aquel entonces, el primo mayor de Fernando de la Concha y Sierra poseía ya, en el cortijo de la Vuelta del Cojo, que representaba sólo una parte de la Prosperidad, su ganadería fundada en 1823 con, supuestamente vacas y sementales de origen vazqueño, que Manuel de la Sierra había encontrado en estas tierras cuando las compró, añadiendo después sementales de Picavea de Lesaca, los cuales pastaban al lado. A la muerte de don Joaquín, en 1861, la ganadería había pasado a manos de su sobrino don Joaquín Pérez de la Concha y Álvarez, un primo de Fernando.
Heredero del suntuoso cortijo La Abundancia - el nombre lo dice todo - al sur de la Puebla del Rio, Fernando de la Concha y Sierra se contuvo durante muños años antes de dar rienda suelta a su deseo de convertirse en ganadero de bravo. Su afición, y también su situación económica, se lo permitían.
Diez años pasaron, sin que don Fernando pudiera llevar a cabo su proyecto pero, por fín, surgió la ocasión de hacerse con la mayor parte de la ganadería de Taviel de Andrade, que sus herederos ponían a la venta para pagar algunas deudas.
Ésta pastaba en las dehesas Rincón de la Zarza e Isla Amalia, en la Puebla del Río, cerca de lo de Pérez de la Concha. El ganado era el mismo que, desde hace años, el duque de Veragua criaba en los montes de Toledo, donde poseía la ganadería más prestigiosa del momento junto a la de Miura.
A su muerte, en 1869, Taviel de Andrade les deja 522 reses bravas a sus herederos, entre ellas 192 vacas madres y 140 toros de más de tres años, que son los que venden. Gracias a esta compra, Fernando de la Concha y Sierra entra en el mundo ganadero por la puerta grande, pero va a tardar casi diez años en imponerse del todo. Y no porque sus toros no fuera del agrado de la afición, sino por razones ajenas a esto. Era tanta la afición de Fernando de la Concha y Sierra que para disponer de un fondo ganadero a la altura de sus proyectos, ha comprado anteriormente una serie de fincas colindantes entre sí, regadas por el Guadimar, en un lugar donde confluían los terminos de Sanlúcar la Mayor, Olivares, Gerena y Aznalcóllar. Adquirió así el cortijo de Carcabosillo, en el término de Sanlúcar la Mayor, Casa de Vacas, Esparraguera y Cabos del Río, en el término de la antigua villa de Eliche, conjunto denominado La Alegría compradas con anterioridad y, por último, Las Mirandillas, en el término de Sanlúcar la Mayor. Al conjunto de unas 1000 hectáreas que sumaban La Abundancia y Juncal, se añaden, con destino a la cría del bravo, unas 500 hectáreas más.
( Continuará )




sábado, 7 de junio de 2014

SAN ISIDRO 2014.......... DESILUSIÓN




Termina San Isidro 2014, 26 tardes de festejos de a pie, incluídas novilladas, nos falta la del domingo de Miura, y lo hace con el denominador común de casí todas las tardes la desilución de los sufridos aficionados.
Recuerdo cuando se hicieron públicos los carteles, la totalidad de los medios de comunicación coincidían en que eran unos buenos carteles y muy rematados.
De que sirve hablar de carteles rematados, si nos falla el toro, el principal protagonista de la fiesta, sin él todo queda desdibujado y lo de corrida de decepción se cumple en casí todas las tardes.
La bravura sin casta es imposible, porque la bravura es consecuencia de la casta. La bravura es más importante para el público y el ganadero y la nobleza para el torero. La auténtica bravura es la respuesta del toro al caballo, aunque luego moleste al torero. Que reciba los tres puyazos. Ese galope fuerte es el que da emoción. Para nada importa al aficionado el toro con estilo, el estilo lo debe poner el torero. Sin ese toro encastado y con mucha acometividad el aficionado se aburre tarde tras tarde en el tendido.
El ganadero de bravo en su dehesa desde que ejerce su profesión conoce que el objetivo principal es el disfrute de su ganadería, los resultados económicos ni los persigue, ni los conseguirá, porque no existen.
Comercializa un producto de difícil valoración y oculto hasta la lidia ; la bravura, lo que unido al exceso de oferta determina un mercado de competencia imperfecta con precios cada vez más a la baja.
Es el disfrute de su propiedad el que actua como una venta compensando inversiones y costes, inmovilizando su capital, pero él solo persigue obtener una satisfacción personal, pero que muy pocos consiguen.
La vida del ganadero es de sufrimiento, desde que hierra al becerro hasta que es toro y se lidia ; sufre cuando las cosas le salen mal ; cuando se le muere un toro, más que por dejar de cobrarlo, por la ilusión que tenía depositadas y ver que daba de sí. Sufre cuando de sus vacas se muere la mejor, o una de las mejores, o cuando aparece una enfermedad que le causa bajas y se desconoce de momento. Pero hasta viendo lidiar sus toros sufre el ganadero.
El ganadero por tanto con el toro pone su gran amor, es su afición y su vida, no su negocio.
Pero el ganadero debe estudiar cientificamente la falta de fuerzas y la falta de bravura de sus toros, así como estamos, peligra el futuro de la Fiesta.
Pero también tiene que solucionar la suerte de varas, para no verla, como hoy, convertida en el espectáculo más denigrante de la fiesta. Si el toro no tiene fuerza a que viene someterlo a un puyazo falso, levantando el palo el picador, y dejando en ridiculo al toro, al ganadero, etc, etc.
La suerte de varas que por desgracia tampocas veces vemos ejecutar bien, tiene dos objetivos principales, quitar fuerza al toro y ahormar y atemperar la embestida, pero esos básicos principios se obvian constantemente.
La mejora del toro de lidia exige, por parte del ganadero, poseer inmensos conocimientos relativos al mecanismo de la herencia para saber fijar caracteres que son muy convenientes al toro que cría en su ganadería.
Las sensaciones en el toro son muy intensas, especialmente las del olfato y oído.
El menor ruido que se produce en la dehesa, pone en guardia a todas las reses de la misma, y lo demuestran expectantes con una gran inquietud.
Los colores corrientes en la naturaleza son los mejor tolerados por el toro. Las capas de los caballos le afectan de muy diversa manera, excitando su acometividad, en primer término, los blancos, después los negros, y por último los castaños y alazanes.
Los toros son animales bastante emotivos ; cualquier fenómeno les irrita, como sucede hasta con las moscas, que a veces les hace estar con la cabeza metida entre la hierba o salir corriendo ciegamente con el rabo erecto.
Cuando contemplan en corro los toros una pelea, comentan sus incidentes en forma de rumor o verraqueo que anima a los toros luchadores.
Cuando alguna víctima surge, la plebe, rodea al muerto dando muestras de horror y hasta incluso de complacencia.
Les hago este inciso, hablando del toro en el campo, pues con el toro en la dehesa, la misma, se convierte en un espectáculo único y recomendable de observar por el aficionado.
Y, aunque no son contradictorias bravura y nobleza sino complementarias, siempre con predominio de la bravura que da denominación y carácter a la raza - ganado bravo - parece que la fiesta se ve abocada a un callejón sin salida.
Y parece que nadie piensa en regenerar la cabaña brava española, fundamento del espectáculo, pues se enarbolan la dulzura, bondad y docilidad del toro con falsas banderas de gloria en ganaderías prestigiosas solicitadas en su totalidad por las figuras del toreo, hay se encuentra el verdadero cáncer que postra a la Fiesta.
Hace dos mil quinientos años, el pensador chino Confucio definió la doctrina universal de la rectificación, y afirmaba que para resolver y ordenar el caos había que situar las cosas en su lugar adecuado y había que comenzar llamandolas por sus nombre verdaderos.
Veinticinco siglos después, viene a decirnos con claridad que a las cosas hay que llamarlas por su nombre, sin mascaras ni añaganzas, para poder hacer frente a soluciones de los problemas que se planteen, si es que se quieren buscar soluciones. Curioso libro de Primavera y Otoño.
Para llamar las cosas por su nombre, hay que decir que el toro que exigen las figuras y sus apoderados, crían los ganaderos y contratan las empresas, apenas tiene nada que ver con ese toro  fiero, bravo, noble y encastado animal cuyo último destino es morir matando ; ese toro que infunde miedo en los asientos de los tendidos y hasta suspende el ánimo.
Pero la segunda parte es más lacerante ese toro requiere unos toreros bravos, como él,
Tenemos que abandonar el espectáculo actual desprovisto de pasión, emoción, sentimiento, y cambiarlo por el de crear belleza en la fiesta en los tres tercios de la misma.
La fiesta sigue con sus luces y sus sombras de siempre, pero teniendo en cuenta la importancia del toro en la misma, sin toro, lo acabamos de ver estos días se desmorona el mejor cartel, por rematado que sea, y mucho público se queda en el camino no volviendo a los tendidos, pues el nivel de satisfacción exigible a una corrida de toros apenas se consiguió en una veintena de toros del serial, en los demás, poco o nada. ¿ Que menos, que fueran cincuenta toros, al menos, dos por corrida.
Pero los espectadores de San Isidro 2014, no siguen los dictados del entendido tendido 7, cuando el 7 pita ellos aplauden, y piden las orejas a precio de saldo, olvidando que en la Plaza de las Ventas las orejas siempre han tenido un valor añadido, pero que en este San Isidro ha bajado alarmantemente su cotización.




lunes, 2 de junio de 2014

RECORDANDO A JUAN BELMONTE GARCÍA




Nacido en Sevilla el 14 de abril de 1892.
Juan Belmonte García, a los dos años de edad, con la muerte de " El Espartero " mamó esa gran verdad que acertadamente expresara Pepe Luis Vázquez : la muerte acompaña a los toreros.
Pero uno de sus peores momentos y así lo relataba fue cuando a los siete años la vio con sus propios ojos en un hombre ahorcado.
Y con el corazón compugido, recordaba la tapia del convento de Santa Clara : un enorme paredón lleno de desconchones, que de niño, tenía que recorrer todos los días para llegar a su casa.
Y la mente, con su memoria que al estimularla a traves de los sentidos, le traslada en una fracción de segundos al lugar donde sintió por primera vez esta sensación Juan, que se percibe cuando el poder de la muerte te paraliza.
Comentaba que en ese funesto lugar alguien pintó una cruz con pintura roja
Aquella señal que de noche, iluminada por la amarilla y vaporosa luz de una farola, mantenía alejados del barrio a los chiquillos, que para llegar a sus casas les obligaba a dar una larga vuelta.
Pero Juan en el anochecer de una día que se sintió más hombre, hizo de tripas corazón, y pasó por delante mirándola con descaro.
El misterio de esa muerte a pesar del tiempo transcurrido seguía intrigando al subconsciente del gran maestro trianero.
¿ que podía haberle provocado tanta desesperación ?
¿ Estaría, quizás, en la más absoluta miseria..... ?
¿ Por qué se ahorcaría aquel desdichado ?
Finalmente Juan " da " con otra posibilidad más : ese hombre estaría enfermo y acabado.
En su mente atormentada, no cabía una relación causa - efecto más coherente.
Y a los ocho comtempló desde un rincón de su casa - pues no le dejaban acercarse - el perfil de su madre muerta, que las vecinas amortajaron con las trenzas sueltas y extendidas sobre la almohada.
Descubrió Juan que la sociedad, pretendía ignorar la muerte, mientras que los toreros conviven con ella, la presienten, incluso saben que esta cerca o agazapada en cualquier rincón, en definitiva, donde hay toro hay muerte. Y la Tauromaquia le recordaba el sino que al final del camino aguarda, y que cada lance - cada día - no es más que un paso doloroso, para llegar a ella.
Y el niño trianero - escogido para ser un gran maestro quiso ser partícipe de ella en la conjunción y en la soledad de la misma.
Juan Belmonte, en su sillón de Gómez Cardeña, a veces se lamentaba amargamente : " Tantos años de lucha, y me encuentro igual de solo y angustiado que aquel día..... Totá, pa ná.
Confesaba que " su principal vicio era la lectura ". Fue un hombre culto mantuvo amistad con Valle Inclán, Pio Baroja, Blasco Ibáñez, Azorín, Ortega y Gasset, Sebastián Miranda, Zuloaga, Pérez de Ayala,, Julio Camba, importantes literatos y artistas de la época.
Juan Belmonte fue el primer torero de la historia que se atrevio a " podar " su coleta. Una mañana entró en la famosa peluquería de Almeida, en la madrileña calle de Sevilla. Se sentó en un sillón y ordenó al figaro :
- Afeitar, cortar el pelo....¡ Y cortar la coleta !
Conmoción en el establecimiento. Clientes, peluqueros, el botones del local, consternados rodearon a Juan......A poco, para dar la gran noticia ( " Belmonte se ha cortado la coleta " ) corrían hacia los colmaos, cafés, tertulias, los que habían presenciado la escena y escuchado la orden belmontina. La coleta era el atributo máximo del lidiador y cortarse la coleta equivalía a retirarse de los ruedos.
Los belmontistas deprimidos, abatidos, lloraban - así, sin eufemismos -, la decisión del ídolo.
Afortunadamente todo fue una genialidad de " El Pasmo de Triana ". Media coleta fue a parar a la vitrina de don Natalio Rivas y la otra a manos de Antonio de la Villa, Juan al abandonar la peluquería metió los pilosos souvenirs en sendos sobres que más tarde repartió entre escritor y político.
Belmonte impuso desde su salida de la peluquería la falsa coleta.
Asistió Juan Belmonte al entierro de su amigo Julio Camba, en Madrid, que acabó en la cama de un hospital lleno de tubos y cables. En la Almudena Belmonte pasó por la sepultura de Gregorio Marañón y comentó, recordando la enfermedad y muerte del famoso doctor : " A mí no me pasará eso".  Juan vivía obsesionado con la muerte.
Frase enigmática que muchos comentaron sin conocer su alcance.
Como al fallecer Juan y no ser de muerte natural, tuvieron que hacerle la autopsia.
Los forenses encontraron al cumplir su macabra labor que Juan había sufrido meses antes un amago de infarto de miocardio, en su corazón figuraba la huella de un infarto ¡ ya cicatrizadas !
En su finca de Gómez Cardeña, celebraba sus fiestas para cumplir con sus compromisos, en aquella ocasión había toreado a pie en la plaza de la finca.
Como hacía más de dos años que no tocaba ni un capote ni una muleta, cuando pidió los trastos todos se quedaron como quien ve visiones.
Los intimos hacían conjeturas sobre el motivo que habría impulsado a Belmonte a torear a pie.
- Para mí - dijo uno- fue porque se lo pidió aquella sueca tan bonita. A Juan, aunque quiera disimularlo bajo ese aire de " inglés ", le gusta todavía lucirse delante de las mujeres.
Rafael " El Gallo ", contertulio con Belmonte en " Los Corales " un establecimiento mixto de café y freiduría andaluza, situado en la calle de Las Sierpes, de Sevilla.
Al comentarle a Rafael " El Gallo " que Juan, después de dos años sin torear había cogido los trastos, sentenció filosófico :
- ¡ No sean ustedes cándidos ! Lo que le pasa a " este " es que le anda trabajando mucho la idea de hacerse viejo !
El gesto de Hemingway matándose le quedó fijo.
Quince días antes de su muerte había hecho testamento.
El día antes de su muerte en la puerta de " Los Candiles ", pasó por allí el periodísta López Grasso, dirigiéndose a Juan dijo : " A ver cuando me da usted una buena noticia taurina para mí periódico, y Juan, le contesto : " Pue quizá mañana........
¿ Quiso despedirse de la vida enfrentándose a un toro en su finca, le faltaban unos días para cumplir 70 años ?
¿ Quería que el toro le matará ? pero desistió ante el temor de quedar sólo lastimado.
Ya anocheciendo en Gómez Cardeña, se encerró en su despacho, con el ronroneo del motor que daba luz al cortijo, Belmonte se pegó un tiro. Dejó carta al juez.
Juan Belmonte en los últimos años llevaba en la boca la tristeza de su muerte.
A muchos les pareció una cobardía, a otros un acto de entereza de Belmonte.
Juan cambiaba su semblante cuando hablaba de su cortijo.
Unos años antes le hablaba a un amigo de Gómez Cardeña y le dijo :
- Sí....., es un sitio ¡ como para morirse allí !
Y al igual que el niño trianero, pensó Juan una vez más, que cada día no es más que un paso doloroso, para llegar a ella, y así se marchó en su soledad de aquel atardecer de primavera del 8 de abril de 1962.